Una elegancia en el sentido más puro de la expresión, sin florituras pero sin austeridad. Así es como describe textualmente Badollet su Ivresse, y no se me ocurre mejor forma de definir esta sorprendente pieza de Alta Relojería.
Badollet es una pequeña manufactura ginebrina del máximo nivel. Su producción es muy reducida y se caracteriza por la utilización en todas sus creaciones del tourbillon, ya sea solo o acompañando otras complicaciones y grandes complicaciones, como son el cronógrafo o la repetición de minutos. La estética de sus relojes se podría calificar de neo-clásica, con detalles contemporáneos que modernizan su clasicismo de base, pero que, desde el punto de vista estético, no los diferencian claramente de algunas realizaciones de otras marcas.
Con el Ivresse, puedo afirmar con contundencia que Badollet nos presenta una pieza que se diferencia claramente de cualquier otro reloj que me venga a la mente. Ciertamente, las partes y formas de la caja no son ninguna innovación por si mismas, pero la forma de aunarlas y el resultado final si es claramente novedoso.
Estamos ante una caja cuya forma de partida es rectangular, pero cuyos ángulos, muy suavizados y redondeados, aportan el primer rasgo estético distintivo. En este sentido me recuerda un reloj, sin denominación concreta, que aparecía en el catálogo de Vacheron Constantin a principios de los años 2000. Desde este punto de vista, también puede recordar, aunque menos, al Golden Ellipse de Patek Philippe.
Otro rasgo atípico de diseño, es que la caja del Ivresse no es plana. Con el fin de adaptarse a la forma natural de la muñeca, tanto el plano de la esfera como el fondo son curvos. Aquí me vienen a la mente los relojes de Richard Mille, aunque su diseño futurista poco tiene que ver con este Badollet. Si sumamos esta geometría de la caja del Ivresse con la peculiar forma de su bisel, que he descrito en el anterior párrafo, da como resultado un reloj que se parece en poco o en nada a otras piezas de Alta Relojería.
Las dimensiones de esta caja, realizada en platino, son de 53,8 x 30 milímetros y su grosor de 12,3. Un tamaño ciertamente considerable pero que no resulta exagerado, ya que tanto su peculiar geometría como sus suaves formas contribuyen a la comodidad de uso y a su discreta elegancia.
Por su parte, la esfera lleva el minimalismo a sus cotas más extremas. Un dial redondo y centrado, dos agujas para indicar las horas y los minutos, y nada más. Unicamente el mitológico Grifo, símbolo de Badollet, gravado por encima de las 12 horas. Ni siquiera encontraremos la inscripción Badollet en parte alguna.
Pero, tal y como reza la primera frase de esta artículo, esta ausencia de elementos superfluos no implica austeridad, ya que la forma de implantar estos pocos elementos no deja lugar a dudas de que estamos ante una pieza del máximo nivel. El fondo de la esfera es de un azul profundo, con un acabado satinado lineal que recorre elegantemente toda su longitud. El dial circular, que contiene los índices de horas y minutos, es plateado y su acabado es también satinado, pero esta vez circular, siguiendo la forma de este elemento.
Por su parte, los índices rectangulares de la horas, en bajo relieve, cuentan con un acabado pulido espejo. Los índices de los minutos se presentan en forma de micro-esferas aplicadas, con un diámetro de tan solo 0,4 milímetros. Este conjunto escultórico de los elementos que conforman la esfera, aportan al Ivresse una distinción innegable.
La impresión estética resultante, que emana de la unión de todos las partes de la caja y de la esfera del Ivresse, logra su cometido de reloj elegante y discreto, pero al mismo tiempo sofisticado y original. Aunque por otras vías de diseño, estas cualidades las podemos encontrar en otros relojes disponibles en el mercado. Lo que es realmente único es lo que no se ve, si no es a través del cristal de zafiro del fondo de la caja: su mecanismo.
Normalmente los relojes de corte elegante recurren a mecanismos que, en el caso de las grandes marcas, suelen aportar unas terminaciones excepcionales, pero que raramente implementan una gran complejidad de funciones. En este sentido también se desmarca totalmente el Ivresse, ya que su calibre utiliza un regulador tourbillon, una de las grandes complicaciones por excelencia de la Alta Relojería. Pero no todo queda aquí. Lo más excepcional de este calibre, de denominación 2012, es que no solo sigue la forma de la caja en su plano horizontal sino que también lo hace en el vertical. Por tanto, estamos ante lo que podríamos calificar como calibre «de forma» en su máxima expresión.
Si un calibre de forma rectangular ya implica una dificultad añadida, implementarlo en un plano curvo implica una complejidad con pocos precedentes. Solo hay que observar la imagen superior e imaginar la extrema dificultad de acoplar engranajes que se encuentran a diversas alturas y con distintos ángulos y grados de inclinación. Por si fuera poco, las prestaciones de este calibre son realmente excepcionales ya que, a pesar de incorporar un tourbillon, nos ofrece una reserva de marcha de nada menos que 120 horas.
En definitiva, este Badollet Ivresse alberga en su interior un tesoro de la micro-mecánica. Lo fascinante es que la caja y la esfera que lo envuelven ya denotan que estamos ante una pieza de excepción. Lo aun más fascinante es que lo hacen con una elegancia, discreción y originalidad pocas veces vista. Del Ivresse solo se producirán 30 unidades y su precio se acercará a los 200.000 euros, pero dudo que quede alguno disponible.