Cada rincón, cada detalle, cada recoveco y cada una de las personas que forman el exquisito ecosistema de Patek Philippe tiene su historia, su razón de ser y su función de suma importancia para mantener el perfecto equilibrio de las cosas. El deambular por los pasillos y salas de las distintas instalaciones crea un efecto de ralentización del tiempo, todo pasa como debe pasar y las actividades duran lo que deben durar. La prisa no es un concepto admisible y está profundamente enemistada con la tradición y la calidad implícita a Patek. Sin percatarte de ello, te vas impregnando de esa sensación, de esa verdad absoluta que nadie en la manufactura pone en duda ni por un momento. Aunque suene a contradicción, este es un pequeño ecosistema de enormes dimensiones, familiar e inmenso a la vez en una combinación de conceptos ciertamente difíciles, sino imposibles, de aunar en cualesquiera que fuesen otras condiciones.
En el artículo del pasado viernes dedicado a la primera parte del viaje que en el mes de mayo nos llevó a explorar el mundo de Patek Philippe, os expliqué las visitas a la fábrica de esferas, Cadrans Fluckiger SA, y a los talleres de engastado SHG (Sertissage Haut de Gamme) realizadas en el segundo día. En el presente artículo me dedicaré a los dos últimos días de esta exquisita experiencia, días en los que visitamos los Salones Patek Philippe, la manufactura ubicada en Plan-les-Ouates, la fábrica de cajas en Perly y, finalmente, el impresionante Patek Philippe Museum que la família Stern abrió en el año 2001.
Si ardua fue la tarea de transmitir las experiencias de los dos primeros días, lo que está por venir no le va a la zaga en absoluto. Una vez más, intentaré hacerlo de la mejor manera posible.
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DÍA 3
La primera parte del día estaba reservada a visitar lo que en mi opinión valdría como una de las mejores definiciones que las palabras «elegancia» y «clase» pueden encontrar: los Salones Patek Philippe. Ubicados en el 41 de la rue du Rhône, fue desde 1853 la segunda sede de la empresa «Patek, Czapek & Cie» que tuvo su dirección original al fundarse en 1839 en el número 29 de quai des Bergues. En el año 2006 se procedió a una restauración completa del edificio y se inauguraron los Salones Patek Philippe según los conocemos hoy en día. El inmueble no espera a sorprender y, caso de no haberlo hecho con su espectacular fachada, no pierde la oportunidad de hacerlo en el acceso a lo que podríamos asimilar al vestíbulo del edificio. De manera inmediata y sin demora alguna, una serie de vitrinas dispuestas en las paredes que rodean la sala son las responsables de albergar la colección actual de relojes y joyas de la manufactura. Sin lugar a dudas todo un placer difícil, por definirlo de algún modo, de disfrutar en cualquier otro lugar del mundo. Al fondo de esta sala aguarda una puerta que conduce al Salón Histórico, una maravilla en todos los aspectos que acoge a un selecto equipo de ventas de la manufactura.
Este salón conocido con el nombre de Salón Napoleón III goza de vistas al quai Général-Guisan y contiene una serie de elementos arquitectónicos y de decoración así como cierto equipamiento que se antoja difícil de definir con palabras. Esta planta baja tiene su proyección en la primera a la que se accede mediante un ascensor y en la que, habitualmente, es donde se recibe a los clientes de Patek para que puedan conocer y disfrutar en la intimidad de las Grandes Complicaciones de la manufactura así como de los relojes de sobremesa Dôme con sus decorados en esmalte tabicado.
A la izquierda de esta primera planta es donde encontramos el taller dedicado al mantenimiento de los guardatiempos así como una sala de reducidas dimensiones. Fue precisamente en esta pequeña sala en la Enric y yo tuvimos la oportunidad de vivir una experiencia inolvidable y que pocas otras personas, si es que hay alguna, han podido disfrutar. Pero esa es la sorpresa con mayúsculas que os tenemos reservada para un futuro artículo, un futuro muy cercano, que ya estamos confeccionando y que será una verdadera primicia en el mundo del periodismo de la Alta Relojería.
Para acabar con la visita a los Salones, queda hacer referencia a la quinta planta, la que culmina el edificio y que acoge una zona destinada a la celebración de actos privados con una de las mejores panorámicas de Ginebra gracias a sus vistas al Lago Lemán y al archiconocido Jet d’Eau. Impregnados de la elegante historia de la que disfruta la manufactura y de la cual son dignos representantes estos Salones, nuestro ya conocido minibus nos llevaría hasta los cuarteles generales de Patek en lo que a producción se refiere: la manufactura de Plan-les-Ouates.
Dada la hora del día, la visita empezó con un almuerzo en el comedor de la manufactura, el mismo lugar donde día tras día almuerzan los empleados de la factoría y en la que se respira, de nuevo, un ambiente de tranquilidad y pausadas charlas aunque esta vez con toques de modernidad que chocan de manera perfecta con la tradición de Patek.
Puesto que nuestro tiempo dedicado a esta actividad se prolongó algo más de la cuenta, al abandonar el comedor estaba prácticamente vacío y únicamente quedaba una mesa en la que estaban almorzando el chef del restaurante y su equipo. Puede parecer un detalle sin importancia, pero los buenos chefs hacen precisamente eso, comer en su restaurante cuando este resta prácticamente vacío.
Como podréis imaginar es del todo imposible transmitir por escrito lo visto durante las siguientes dos horas. La visita a la manufactura es desconcertante y embriagadora a la vez. Todas y cada una de las actividades y procesos en la confección de un reloj están alojados bajo un mismo techo. Un techo que acoge a un elevado número de relojeros y artesanos, cada uno de ellos en su pequeño universo particular, un universo de sosiego donde el tiempo parece regirse por otras pautas, del que son los señores absolutos.
Probablemente, una de las actividades que más pueda sorprender de todas las que allí se realizan, es la que lleva a cabo el equipo de restauración de las piezas antiguas. Espectacular a la vez que rozando lo increíble poder observar los procesos documentados de restauración de ciertos guardatiempos dadas las condiciones iniciales de estos. Si esta restauración es, por sí sola, una actividad extremadamente complicada, el summa cum laude llega con aquellos relojes cuyas piezas de repuesto ya no se fabrican … de manera convencional.
Como enamorado de todo aquello que tenga que ver con el papel, unido a mi deformación profesional por la ingeniería, me impresionaron profundamente los archivos de Patek al respecto de los planos de construcción que, a lo largo de los años, han ido desarrollando los restauradores para poder manufacturar piezas que se suponían en desuso y ya desaparecidas.
No menos espectacular el proceso de manufactura con mayúsculas y en el sentido más estricto de la palabra (por fin puedo decir, tras tener el privilegio de disfrutar en directo del proceso, que he visto lo que corresponde al verdadero concepto de este término tan ambiguo en algunas ocasiones) de estas piezas que en muchas ocasiones se realizan utilizando máquinas de épocas pretéritas dada la imposibilidad de hacerlo con las actuales. Indescriptible e incalculable el valor del conocimiento y la habilidad adquiridos por los artesanos y por la manufactura. Un exquisito patrimonio.
No me gustaría acabar la parte dedicada a la visita a Plan-les-Ouates sin compartir con vosotros la siguiente imagen correspondiente a un panel «informativo» que luce una de las paredes de los pasillos de la manufactura. Aumentadla clicando sobre ella, consultadla con tranquilidad y sacad vuestras propias conclusiones. Yo saqué las mías hace ya mucho tiempo.
Para acabar el día, cena en el restaurante italiano Roberto y regreso paseando hasta el Hotel Mandarín. Nos esperaba la última jornada del viaje con las visitas a la fábrica de cajas de Perly por la mañana y al Patek Philippe Museum por la tarde.
DIA 4
DÍA 4
Al contrario de lo que sucedía con las visitas realizadas el día anterior, la primera actividad de esta nuestra última jornada de viaje era, al igual que las realizadas a la fábrica de esferas de Saint-Imier y la de los talleres de engaste de SHG, la primera vez que se incluía en un circuito de visitas de Patek Philippe. La expectación pues que despertaba la fábrica de cajas de Perly era máxima. Y ciertamente, no defraudó en absoluto.
Precisamente por el hecho de ser esta la primera vez en la que se visitaban estos talleres, este apartado del viaje lo trataremos en un artículo independiente para poder profundizar más sobre todo lo visto en estas instalaciones. Incluirlo como parte del presente escrito no tendría sentido por varios motivos: el primero de ellos es que no podríamos otorgarle la importancia que merece y el segundo que nos extenderíamos aun más de lo que ya lo hemos hecho.
El viaje tocaba a su fin, y al finalizar nuestra visita a Perly y hacer nuestro último paso por Plan-les-Ouates para dejar la indumentaria «oficial» de las visitas, nos desplazamos hasta la ciudad de Ginebra para almorzar a pocos pasos de lo que sería nuestra última cita antes de abandonar la ciudad en dirección al aeropuerto: el Patek Philippe Museum, materialización en el año 2001 de la pasión que Philippe Stern siente por los relojes. Albergado en el interior de un edificio Art Déco restaurado en su totalidad y ubicado en la zona de Plainpalais de Ginebra, este museo es un verdadero grial de la historia y arte relojeros de los últimos cinco siglos.
Una vez más, y aun a riesgo de resultar reiterativo ya que creo que lo he dicho en todos y cada uno de los apartados de ambos artículos, las palabras no son suficiente para expresar el contenido de este templo, cuyas colecciones se dividen en dos secciones: la primera de ellas sería la conocida como Colección Antigua, aquella que incluye piezas desde el siglo XVI contando, entre otros, con el primer reloj que se fabricó.
La segunda colección está formada, nada más y nada menos, que por la Colección de guardatiempos Patek Philippe desde 1839. 175 años de historia ininterrumpida de la manufactura relojera de más prestigio, incluyendo el espectacular Calibre 89 que vio la luz en el año 1989 con motivo del 150 Aniversario de Patek y al respecto del cual leí este verano un libro que me recomendó cierta persona muy unida a la manufactura (mil gracias desde aquí por la sugerencia) y que, con su permiso, os traslado a todos aquellos que os defendáis con el inglés: «A Grand Complication: The Race to Build the World’s Most Legendary Watch» escrito exquisitamente por Stacy Perman.
Podría de nuevo extenderme en la exposición planta por planta, sección por sección, de todos y cada uno de los rincones de este museo pero no tendría mucho sentido hacerlo cuando dispone de su propio sitio web con unos contenidos espectaculares escritos por los protagonistas del día a día de esta institución www.patekmuseum.com. Para aquellos que visitéis Ginebra en alguna ocasión apuntad la dirección y no os arrepentiréis: Rue des Vieux-Grenadiers, 7 , con un horario de 14:00 a 18:00 de martes a viernes y de 10:00 a 18:00 los sábados. Valga como despedida, del museo y de esta experiencia maravillosa vivida durante cuatro días y que agradezco de nuevo desde estas líneas a todas las personas que lo hicieron posible, que este Museo atesora en uno de sus rincones con una de las bibliotecas más impresionantes que he tenido la oportunidad de ver y que, curiosamente pasa bastante desapercibida, aun contando entre sus ejemplares con obras originales del propio Galileo.
Hasta aquí lo que pretendía ser un resumen algo más sintetizado de lo que al final ha sido y al que seguirán dos artículos monográficos adicionales, el primero de ellos el dedicado a los talleres de Perly y a las cajas que en ellos se producen, y el segundo sobre el que poco os comenté en el apartado de nuestra visita a los Salones y nada más os voy a avanzar hasta su publicación. Tan solo desear que disfrutéis tanto de su lectura como nosotros disfrutamos en su confección.