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Cuando a principios del siglo XX se normalizó el uso del reloj de pulsera, la desaparición de su antecesor, el reloj de bolsillo, parecía una consecuencia inevitable e incluso lógica. Así fue durante bastantes decenios hasta que en años recientes, de forma discreta pero evidente, algunas de las grandes marcas incluyen en su catálogo alguna de estas piezas que ya considerábamos de museo.

En Watch-Test ya hemos hecho referencia a alguno de estos relojes. Desde el clásico Vacheron Constantin Patrimony hasta el futurista Urwerk UR-1001, pasando por el contemporaneo Cartier Grande Complication Squelette. Jaquet Droz, cuya colección de relojes es la que probablemente más nos recuerdan a los de bolsillo, especialmente por sus esferas, también incluye una de estas piezas en su catálogo. Ahora nos presenta la versión en oro amarillo de este «Montre de Poche Email Ivorie».

La primera versión, en oro rosa, fue presentado en el 2009 y este nuevo modelo no incorpora ninguna novedad salvo el tipo de oro con el que está fabricada su caja. La esfera os recordará a otros Jaquet Droz, ya que se trata del Grande Seconde, la implementación más extendida y más característica de la marca de La Chaux-de-Fonds.Emplazada a la altura de las 12 horas encontramos el relativamente pequeño dial de horas y minutos. Inmediatamente por debajo de él, se emplaza el gran segundero, que con su enorme diámetro hace verdadero honor a su nombre. Una disposición clásica, original y tremendamente atractiva. La esfera, como en cualquier Jaquet Droz, tiene poco de convencional y está realizada a mano en esmalte «Grand Feu» de tonalidad marfil.

El diámetro de la caja es de 50 milímetros y en ella se encierra el calibre de carga manual 2615, cuyo diámetro es bastante inferior al de la caja. Aquí es precisamente donde si somos puristas le podemos encontrar un «pero» a este reloj, pero que también debemos extender a los relojes de bolsillo de las otras marcas que antes he mencionado. Son relojes con cajas de tamaño parecido a los relojes de bolsillo originales, pero todos ellos equipan calibres creados para relojes de pulsera.

Uno de los aspectos que bastantes aficionados valoran en un reloj, del tipo que sea, es que el movimiento ocupe la mayor parte posible de la caja. Esto es especialmente notorio cuando observamos la parte trasera de un reloj con fondo visible. Si la apertura de cristal de zafiro es muy inferior al diámetro de la caja produce un rechazo inmediato para muchos coleccionistas.

Ciertamente se trata de un problema estético de difícil solución, pues comporta un importante condicionante económico. El ideal sería que para cada diámetro de caja se diseñara y desarrollara un calibre de dimensiones acordes, pero teniendo en cuenta el enorme coste de desarrollo de un nuevo calibre, este ideal es casi imposible de amortizar. La política de la mayoría de marcas del sector, con el ánimo de satisfacer al mayor número de clientes posible, es ofrecer en su colección un abanico más o menos amplio de tamaños de caja. Pero al mismo tiempo tienen que rentabilizar sus calibres utilizándolos en el mayor número de modelos posibles. Esto origina que ineludiblemente el equilibrio no se conserve en muchas de sus creaciones. Solo marcas con una producción muy reducida y homogénea se salvan de este problema.

En los relojes de bolsillo que antes he mencionado, cada marca juega con la creatividad para disimular el desequilibrio entre caja y mecanismo. La curiosa excepción es el reloj más transgresor y futurista, el Urwerk. Como en el resto de sus modelos, Urwerk siempre diseña al unísono la caja y el calibre que esta debe albergar, algo en su caso obligado por la forma totalmente atípica de ambos elementos. Esto se lo puede permitir porque su producción anual se limita a decenas de unidades, pero en consecuencia también se refleja en el precio final de los relojes, el más «asequible» de los cuales supera ampliamente los 100.000 euros.

 El Cartier utiliza un truco de diseño que podríamos calificar digno de un prestidigitador o de un carterista profesional: distraer al observador con un detalle para que pase por alto el conjunto. Claro que en términos de creatividad y diseño nadie hace sombra a Cartier, que con sus fascinantes números romanos esculpidos y esqueletizados en el perímetro del reloj enmascara con indudable estilo el pequeño tamaño (en términos de reloj de bolsillo) de la esfera y el mecanismo.
 Vacheron Constantin no se estruja el cerebro en diseños creativos y recurre a una solución mucho menos sutil. Su Patrimony es efectivamente un reloj de bolsillo, ya que carece de asas y cuenta con la típica cadena para sujetarlo, pero su diámetro es de tan solo 43 mm, un tamaño igual e incluso inferior a la mayoría de relojes de pulsera de hoy en día, pero muy alejado de los 50 milímetros o más, típicos de los relojes de bolsillo. Evidentemente el tamaño de su mecanismo esta perfectamente equilibrado con el de su caja, y en imágenes, sin otro objeto al que compararlo, no se aprecia su tamaño real.

El Jaquet Droz, origen de este artículo, es el que parece tener menos complejos, ya que no recurre a ningún tipo de disimulo. Simplemente elabora una caja de 50 milímetros y encaja en ella un mecanismo de tamaño convencional de reloj de pulsera. Observando la imagen es evidente la gran desproporción entre ambos elementos. Si frontalmente es una pieza exquisita, al observar su fondo la magia desaparece en gran medida.

Es evidente que muchas marcas de Alta Relojería tienen la sensación o el presentimiento de que los relojes de bolsillo pueden volver. No lo deben tener del todo claro ya que de momento no desarrollan calibres específicos para este tipo de reloj, pero algunas de las más prestigiosas, como las que hemos hablado en este artículo, mantienen discretamente en su catálogo alguno de estos relojes. Jaquet Droz parece ser la más convencida de este advenimiento, pues si en la primera versión del 2009 limitaba su producción a 88 ejemplares, en esta variante en oro amarillo, contrariamente a la mayoría de sus relojes, no menciona limitación alguna. El tiempo dirá!

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Décadas de pasión heredada por la relojería. 17 años transmitiendo esta pasión por internet. Primero fue MundoPanerai, luego Cronomundi, ahora Watch-Test. Unos proyectos que nacieron bajo una idea muy clara que se mantiene en el tiempo: el lector busca opinión de calidad y fiable. Con toda la subjetividad que conlleva, opinión y crítica razonada es lo que pienso seguir ofreciendo.

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