A pesar de que la historia de Ferdinand Berthoud se remonta al siglo XVII, la manufactura del grupo Chopard que recupera su nombre y legado tiene únicamente tres años de vida. Fue en 2015 cuando se inauguró la nueva firma con sede en Fleurier, siendo el Chronomètre FB 1 su primera creación (ver aquí el análisis a fondo). Este excepcional reloj se caracterizaba por su atípica caja de geometría octogonal y por implementar un espectacular sistema de transmisión huso-cadena de fuerza constante junto a un tourbillon y un especial dispositivo indicador de reserva de marcha.
Esta primera demostración de poderío técnico y dominio estético ha tenido continuidad estos años con cuatro diferentes versiones más, entre las que cabe destacar mi pieza favorita, el Chronomètre FB 1.4 y su calibre FB-T.FC-2 con puentes de zafiro. Ha sido este mismo año cuando, en su debut en el SIHH, Ferdinant Berthoud nos ha presentado su segunda creación, el Chronomètre FB 1R-6.1. Pero no se ha quedado ahí, y dos meses despues del salón ginebrino nos ha preparado una sorpresa para Baselworld: una versión del nuevo reloj en edición limitada a únicamente cinco ejemplares: el Chronomètre FB 1R Edición 1785. Ya sabíamos de antemano que sería una pieza cuyo elemento más característico sería su caja fabricada en bronce, pero lo que no esperábamos es que estuviera rematada con una pátina envejecida que no hace sino recalcar el espíritu histórico de este regulador.
En Ferdinand Berthoud nada se hace porque sí; todo tiene su motivo y fuente de inspiración. En el caso del FB 1R Edition 1785, la marca se inspira en uno de los relojes creados por el relojero francés, su Chronomètre Marine nº 7, y además homenajea uno de pasajes más relevantes de la historia de la Armada Francesa: la expedición naval alrededor del mundo del conde de Lapérouse entre 1785 y 1788. Aquel cronómetro concentraba un gran número de soluciones que mejoraban los principios del funcionamiento de sus relojes de longitud. Entre otros, la visualización, que mediante la utilización de una gran aguja de los segundos en el centro, rompía todas las reglas habituales de los reguladores, que adjudicaban a las horas, a los minutos y a los segundos un emplazamiento diferente en la esfera.