De la historia pasamos a la actualidad de los últimos años que, finalmente, han causado el hundimiento de Baselworld. Si hace unos días repasamos sus más de 100 años de vida, ahora es el momento de intentar exponer los motivos y razones que, en mayor o menor medida, han llevado a la feria desde su apogeo a un precipitado ocaso en sólo cinco años.
Baselworld fue durante décadas la única feria internacional de relojería. Toda marca debía estar presente en Basel ya que de lo contrario es como si no existiese en el sector. Pero debido a una aparente falta de atención a las necesidades de una parte importante de la industria (un error persistente por parte de los organizadores), en la década de los 90 surgió el SIHH ginebrino como alternativa, que se enfocó en la exclusividad de la alta relojería. En teoría lo organiza la Fondation de la Haute Horlogerie, pero todo el mundo sabe que quien manda es el Grupo Richemont, con Cartier a la cabeza. La finalidad de ambas ferias es básicamente la misma: presentar las novedades anuales a la prensa y atender a sus puntos venta oficiales para que realicen su pedido anual. Por contra, los planteamientos eran y son radicalmente opuestos en prácticamente todos los aspectos.
La sensación que tenemos es que, durante mucho tiempo, Baselworld se ha centrado excesivamente en ganar dinero, obviando arrogantemente las necesidades reales de la industria.
El cambio tecnológico, digital y comercial es imparable, y eso lo está sufriendo Baselworld. Hace veinte años el grueso de la facturación anual se realizaba ahí, pero ahora las marca operan desde sus propias subsidiarias y tiendas minoristas en los principales mercados, apoyándose en las ventajas de internet y el e-commerce. Como consecuencia, muchas marcas ya no confían en la feria para realizar ventas, sino que piensan en Baselworld más como una inversión de márqueting e imagen de marca.
Es cierto que estos dos últimos años, con Michel Loris-Melikoff al frente, se han intentado cambiar las cosas, transformando Baselworld de una feria comercial clásica hacia una plataforma basada en la experiencia y más digital que fuera capaz de involucrar a toda la comunidad relojera durante todo el año. Me parece perfecto y necesario, pero los problemas estructurales de la feria no han sido abordados, y ni la rebaja del precio del metro cuadrado anunciado en 2018 de entre un 10 y un 30% soluciona nada. Ya es tarde y, lamentablemente, hoy se están viendo las consecuencias.
Baselworld siempre ha apostado por el volumen, cuanto más mejor, llegando a exhibir más de 1.500 expositores en 2014. Es una feria abierta a cualquier marca que tenga la más mínima relación con el sector, desde firmas relojeras hasta proveedores de componentes y de maquinaria, y mezclando firmas como Patek Philippe con marcas chinas que te proveen relojes “a la carta” por 10 euros.
Esta cantidad de expositores implica una cantidad inmensa de asistentes, que llegaron a ser más de 150.000 en 2014. Tal avalancha de visitantes resulta un verdadero «via crucis» para todos, firmas, minoristas y prensa, obligados a lidiar con un calendario de citas tremendamente complicado de cuadrar, y siempre pendientes de cambios, anulaciones u olvidos que dan al traste con cualquier intento de planificación, orden o lógica.
A pesar de esta ingente cantidad de expositores, las marcas no estaban contentas con la organización debido a los exhorbitantes precios que cobraba el Grupo MCH por cada metro cuadrado. Las firmas que exhiben allí se continúan haciendo una pregunta: ¿estoy obteniendo rédito de mi inversión?. En tiempos mejores la pregunta era más fácil de responder, ya que al innegable valor de la visibilidad obtenida y el prestigio de asistir Baselworld le sumábamos un mercado en pleno apogeo. A medida que el mundo del lujo y la industria relojera ha ido desacelerando, las firmas han ido ponderando y reconsiderando este gasto anual hasta ahora ineludible, ya que el coste de asistir a Baselworld no es, ni mucho menos, insignificante. Un ejemplo: » Les Ateliers » es el espacio donde se concentran muchos de los relojeros independientes de alta gama. En él, un stand de 20m² (el más pequeño) suponía unos 45.000 €, que subían a 50.000 € si incluía el alojamiento. Respecto a las grandes cifras, el mayor contribuyente era el Grupo Swatch, con una inversión que rondaba los 50 millones de euros, seguido de Rolex, Patek Philippe, el Grupo LVMH y Chopard.
De hecho, si asistir a la feria comercial de Baselworld no supusiera una inversión financiera tan formidable, probablemente se habría evitado gran parte de este alboroto por su cancelación. Recordemos que las firmas expositoras exigían el reembolso total de los importes adelantados, unos 18 millones de CHF, algo a lo que MCH se negó, ofreciendo dos opciones que, como mucho, representaba devolver sólo el 30% de ese importe.
A estos motivos económicos se sumó la falta de diálogo y consenso por parte de la organización, que reprogramó unilateralmente las fechas de 2021 y comunicó que se celebraría en enero. Esto fue la gota que colmó el vaso y enfureció a firmas tan leales como Rolex y Patek Philippe, llevándolas a liderar la «revuelta» de los expositores.