En la feria de Baselworld de este año, Bell&Ross nos presentó su colaboración con el fabricante británico Shaw Harley Davidson Speed & Custom para diseñar la B-Rocket, una concept-bike inspirada en la aeronáutica de los sesenta, los albores de la aviación a reacción. En su honor nacieron el BR 01-94 y BR 03-90 B-Rocket, dos referencias en edición limitada que iniciaban una revolución estética importante respecto a los diseños sumamente reconocibles de la firma.
Pero no fueron estos guardatiempos los que más nos impactaron, sino el BR- X1 Skeleton Chronograph, una edición especial limitada a 250 unidades con la que la marca inicia su entrada en el terreno de los relojes deportivos de alta gama, aspirando a competir con rivales de la categoría de los Audemars Piguet Royal Oak Offshore o los Hublot Big Bang, según palabras del mismo Carlos Rosillo, CEO de Bell&Ross. Sus armas son una estética más extrema y una mejora, respecto al estándar de la firma, que abarca tanto a su mecánica como a la construcción y acabados.
Posicionada en una gama de precios bastante estable entorno a los 2.000-3.000 €, el BR-X1 Skeleton Chronograph se sitúa en unos sorprendentes 15.000€. Su caja de 45 mm, fabricada esta vez en titanio grado 5, se refuerza con elementos de caucho y cerámica. Mientras los pulsadores de caucho rojo se complementan con una banda a las 9 horas que facilita su agarre y uso, la carrura se envuelve en cerámica negra. Con una hermeticidad de 100 metros, se entrega con una correa de caucho negro.
Lamentablemente, las ranuras de los cuatro tornillos situados en las esquinas siguen yendo cada una por su lado. Esto que puede parecer una tontería, subjetivamente tiene su importancia, ya que va en detrimento de la imagen y calidad final ofrecida. En el artículo que analizo el nuevo BR 03-93 Carbon alababa la eliminación de este antiestético detalle; si en él se arregla, porqué no ocurre lo mismo en esta pieza de dos millones y medio de las antiguas pesetas?.
Si solo analizáramos la esfera esqueletada, por sí sola no nos induce a pensar que estamos ante un Bell&Ross, ya que carece de todos los elementos definitorios típicos de la marca, como por ejemplo la habitual nitidez y legibilidad, dos propiedades marcadas al fuego en su ADN, o los grandes numerales en las posiciones cardinales sustituidos por índices rectangulares metálicos con inserciones foto-luminiscentes. Asimismo, adopta dos agujas cuya geometría me recuerda mucho, quizá demasiado, a las manecillas de los Audemars Piguet ROO Diver. La misma idea me viene a la cabeza respecto a los índices. En el realce interior se sitúa una escala taquimétrica.
La configuración bi-compax de esta esfera queda visualmente reducida a cero debido a la gran diferencia de visibilidad entre el ostentoso contador de 30 minutos en forma de rueda situado a las 9 y el minimalista pequeño segundero ubicado a las 3. Las funciones cronográficas, o sea, el totalizador de minutos y la trotadora central, presentan detalles en rojo que las diferencia de las indicaciones horarias.
La ventana de fecha se abre a las 6 horas, mostrando el dígito correspondiente en el disco completo con los 31 días visible gracias al esqueletado. Bajo el zafiro que la protege, el cristal mineral de la esfera adopta una tonalidad gris, una particularidad que favorece la legibilidad de las funciones al atenuar los contrastes que ofrece la arquitectura del calibre.
Con la trasera cerrada por un fondo ciego, una pequeña obertura circular nos permite otear el volante, pero es desde la esfera donde podemos admirar la estructura y acabados del calibre. Bell&Ross ha optado por un movimiento automático desarrollado en colaboración con Dubois Dépraz. Estructurado en forma de «X», su puente superior tratado con DLC negro se lee como un signo de su identidad: «X», es el nombre en clave que se refiere a los proyectos experimentales de la NASA, y que da su nombre a este reloj: el BR-X1. Los acabados son correctos y variados: el fondo interior presenta un perlado, mientras los puentes del cronógrafo lucen un veteado vertical, las palancas presentan un acabado DLC arenado y el puente en X un satinado soleil.
Respecto a las pretensiones de posicionamiento de la marca, podemos concluir que el BR-X1 podría competir con los Hublot a nivel técnico, pero en cambio los Audemars Piguet se sitúan unos peldaños por encima debido a implementar calibres propios, exhibir un superior nivel de acabado y mostrar una mejor imagen de marca. Podrá gustar o no, pero esta arriesgada apuesta para elevar la marca a un nivel superior, merece nuestro reconocimiento por la mejora que supone en cuanto a la complejidad de fabricación, materiales, acabados y calibre utilizado… A pesar de ello, 15.000€ es mucho dinero.