La relación de Bell&Ross con el mundo de la aviación se nos muestra en todo su esplendor gracias a una nueva edición especial que conmemora el Centenario de la Primera Guerra Mundial mediante este homenaje al mítico piloto francés Georges Guynemer. Y como no podía ser de otra forma, Bell&Ross recurre al Vintage WW1, la colección que se inspira en el diseño de los primeros relojes de pulsera que se popularizaron entre los pilotos de aviación durante dicha confrontación.
Georges Guynemer nació en Paris el año 1894. Marcado por su debilidad física que le impidió incorporarse al ejército, gracias a su tozudez y a la influencia de su padre al fin fue admitido como estudiante de mecánica en el campo de aviación de Pau. Su primer vuelo lo realizó a bordo de un Blériot de 50 caballos el 10 de marzo de 1915, y su primera victoria la obtuvo el 19 de julio al derribar un Aviatik como parte de un vuelo de reconocimiento. Formaba parte de la escuadrilla «Les Cigognes», a los mandos de un Morane-Saulnier L, y por dicho logro recibió la Médaille Militaire, la Legion de Honor. De hecho, sus primeras hazañas fueron resaltadas en los diarios de París, en una época en que el público necesitaba noticias alentadoras.
Rápidamente Guynemer fue considerado todo un héroe de guerra francés. Su talento y gran destreza le permitieron influir en el diseño de los aviones de combate construidos para el ejército, como el SPAD, al que convirtió en un formidable avión. Guynemer participó en las batallas de Verdún y de Somme y salió herido en varias ocasiones. Ascendido a capitán, con un total de 53 victorias aéreas demostradas y 35 probables, el 17 de septiembre de 1917 despegó a la cabeza de la escuadrilla de Les Cigognes. Este sería su último vuelo. Tenía 22 años. La muerte de Guynemer causó un profundo shock entre los franceses; sin embargo, siguió siendo un icono y una fuente de inspiración durante el resto de la guerra.
La Escuela del Aire, fundada en 1935, adoptó el lema «Faire face» (Hacer Frente) de Georges Guynemer. Aún hoy en día, su ejemplo inspira a los alumnos pilotos a través de una cita, grabada en una placa erigida a la orilla de las pistas de la base aérea 701 de Salonde-Provence: «Sin darlo todo, no se da nada».
La caja del WW1 sigue el diseño de la colección, tanto por sus formas y los 45 mm de diámetro como por su fabricacion en acero, esta vez con microarenado y acabado en PVD gris gunmetal, a imagen y semejanza del WW1 Heritage. Recordemos sin embargo, que los WW1 Argentium son de 41 mm, mucho más consecuentes con su elegante estética. La caja de líneas muy sencillas destaca por su delgado bisel, implicando que visualmente parezca incluso más grande de esos 45 mm, y por las asas de alambre soldadas. Una corona acanalada sobredimensionada y una correa de cuero completan los elementos externos de este guardatiempos de diseño histórico.
Bajo la protección del cristal de zafiro abombado, la esfera opalina prosigue con la misma estética vintage, mostrando doce numerales color arena que recuperan el grafismo del «2» que lucía Guynemer en sus aviones. Las tres manecillas de horas, minutos y segundero central son azuladas, las dos primeras de forma lanceolada, esqueletadas y rellenas de Super LumiNova beige, el mismo material fotoluminiscente que recubre los numerales horarios.
Sobre las 6 horas figura la silueta roja de una cigueña, el elemento que identifica esta edición limitada con Georges Guynemer y su escuadrilla «Les Cigognes», cuyo retrato figura grabado en la trasera de acero.
En su interior late el calibre ETA 2892, el archiconocido movimiento automático del grupo Swatch que nos ofrece 42 horas de reserva de marcha. Esta pieza se edita en una serie limitada a 500 ejemplares. Como resumen, del WW1 Guynemer destacamos su innegable encanto histórico dotado de una excelente legibilidad, aunque su tamaño de 45 mm unido a un bisel delgado quizás sea excesivo para según qué muñecas. Igualmente, la fuerte presencia de la silueta de la cigueña en la esfera puede provocar ciertas dudas en el comprador. Personalmente, un tamaño más discreto del emblema, o incluso su ubicación en la trasera, hubiera sido más acertado.