Clé de Cartier es la nueva gran apuesta relojera de la histórica firma parisina. Ya os hablé de él en el artículo correspondiente a las novedades de Cartier en el SIHH 2015. También prometí un futuro análisis en profundidad y aquí está, a punto para una posible decisión de compra ya que Cartier nos acaba de anunciar que el Clé de Cartier estará disponible para la venta en todas sus boutiques mundiales a partir del inminente 18 de abril.
Iniciaré este análisis de una forma un tanto atípica, buscando el porqué y los antecedentes de este nuevo Clé de Cartier. Creo que la imagen inferior es muy ilustrativa de lo que busca Cartier con el Clé. Busca nada menos que un nuevo icono. En dicha imagen observamos (de izquierda a derecha) un icono como es el santos, un super-icono como es el Tank, un teórico aspirante a icono como es el Ballon Bleu y su nueva gran apuesta: el Clé de Cartier.
Clé de Cartier – en búsqueda de un icono
Todos los amantes de la Alta Relojería, debatimos continuamente sobre movimientos y acabados, que mayormente son los parámetros que determinan la calidad de un reloj. Pero, nos guste o no, el que un reloj se convierta en un icono no tienen nada que ver con ellos. Se trata de una simple cuestión de estética externa, tanto de caja como en menor medida de esfera. He dicho simple, pero conseguir un icono tiene muy poco de simple. Relojes de cualidades mecánicas asombrosas y con acabados irreprochables hay bastantes. Iconos indiscutibles han habido y hay muy pocos. Son aquellos que cualquier aficionado medio a la relojería reconocerá sin dudar a una larga distancia de observación. Se me ocurre el Tank de Cartier, el Royal Oak de Audemars Piguet, el Nautilus de Patek Philippe, el Luminor de Panerai….. y estrictamente hablando ninguno más.
Cierto que hay otros grandes iconos de la relojería, como el Moonwatch de Omega, el Submariner de Rolex, el ww.tc de Girard-Peregaux, el Ingenieur de IWC, el Americain de Vacheron Constantin, los clásicos de Breguet, el Cintrée Curvex de Franck Muller y un bastante largo etcétera. Pero ninguno de ellos cumple con continuidad histórica con mi subjetivo parámetro de contar con un conjunto caja/esfera distinguible e inconfundible. Todos los relojes citados tienen uno de dichos parámetros, pero ninguno los dos. Ello no significa que su mérito sea menor, pues la mayoría también aportan unas características mecánicas, o una historia que les confiere un enorme valor, pero desde un populista punto de vista, no son fácilmente reconocibles a distancia salvo para expertos.
Que Cartier ha incidido y que en los años recientes ha incrementado ampliamente su nivel técnico es indiscutible, pero también es indiscutible que el mayor componente de su ADN ha sido y es el diseño, y por tanto es lógico que incida en él buscando un nuevo icono estético. ¿Como lograrlo?… Ahí reside el kid de la cuestión, aunque en teoría, el «donde» hay que buscarlo está claro: en el diseño de la caja, probablemente el reto más difícil del mundo de la relojería. Además, dicha dificultad tiene un claro motivo. No se me ocurre ningún otro sector en el mundo cuyos principales actores cuenten su historia por siglos. Y después de siglos de nuevos diseños, ¿Puede quedar algo por crear?… ¿que sea distinto, que sea atractivo, que no sea una simple extravagancia, que soporte el paso del tiempo? Imposible aseverarlo con certeza ya que solo dicho paso del tiempo lo juzgará, pero siempre cabe opinar, aunque subjetivamente, y a ello voy.
Clé de Cartier – la caja
La primera y gran decisión a tomar en este elemento del reloj es decidirse por una de las dos grandes familias geométricas de cajas: las redondas o las que en relojería se denominan «de forma», que incluyen las cuadradas, rectangulares, y en definitiva todas las que nos son redondas. Con toda la lógica y coherencia del mundo, Cartier se decide por la redonda ya que sería contradictorio intentar crear un icono con un estilo de caja en el cual ya cuenta con el icono más importante: el Tank. Sería como hacerse la competencia a sí mismo.
En el párrafo anterior he denominado «familias» a los relojes redondos o «de forma». El motivo es que dentro de cada una de ellas hay infinitas variantes, como así ocurre con este Clé de Cartier. Al observar este reloj lo clasificamos así porque su bisel (y por tanto esfera) es totalmente redondo, pero se aprecia claramente que la caja no es redonda sino ovalada en ambas carruras. Una buena solución de base para buscar una forma algo más personal que una típica caja redonda al 100%.
Pero esta combinación de bisel redondo y caja ovalada no tiene nada de nuevo ni innovador. Ya hace muchas décadas que se diseñaron relojes con esta geometría y precisamente parece que se están reeditando en la actualidad. Un ejemplo es el Speedmaster Mark II de Omega, un reloj creado en 1969 y reeditado en el 2014, del cual Jordi Colomé, además de poseer uno, realizó un profundo análisis.
Otro ejemplo, incluso anterior, sería el reloj que precisamente llevo en mi muñeca cuando escribo este artículo. Se trata del Omega Constellation de 1964, de referencia 168.0009, que diseñó nada más y nada menos que Gerald Genta, el autor de iconos como el Royal Oak, el Nautilus o el Ingenieur.
Por tanto, aunque poco común, esta combinación de formas no aporta nada innovador y por tanto no puede pretender por ello convertir al Clé en icónico. Pero como era de esperar, Cartier no se detiene aquí y ello se aprecia a la perfección observando el perfil de la caja. En lugar de recurrir a la típica carrura plana, esta adquiere una forma marcadamente convexa, lo que aparte de conferirle un atractivo estético indudable, beneficia enormemente su ergonomía, ya que sigue la forma de la muñeca que lo ceñirá.
Si sumamos esta geometría lateral a la combinación de bisel redondo y caja ovalada ya tenemos un reloj con una geometría, me atrevería a decir que única y evidentemente personal. Pero ello no es suficiente, ya que la forma de la carrura no se aprecia visualmente con facilidad y menos a cierta distancia.
Aquí es donde entra en acción el elemento protagonista de este Clé de Cartier, que como dice su nombre es una «llave» que sustituye a la típica corona redonda. Una solución sorprendente, que ya se implementó en numerosos relojes antiguos de bolsillo, pero que, a riesgo de equivocarme, no recuero en ningún otro reloj de pulsera en toda la historia de este instrumento del tiempo portátil.
Por tanto la clave del diseño y del ADN de este Clé de Cartier es su corona, un elemento en el que relativamente ya basó Cartier el diseño del Ballon Bleu. Tal como se aprecia en la imagen superior, una visión 3/4 de esta llave corona, junto con los otros elementos de diseño que hemos comentado antes, es lo que otorga a este Clé su personalidad y atractivo.
Pero aparte de cuestiones estéticas, y lo pude comprobar durante el SIHH, esta llave aporta una facilidad de manipulación muy superior a una corona convencional, algo que también podría conseguir una corona convencional de gran tamaño, pero que arruinaría la estética de un reloj de corte elegante como es este Clé de Cartier. Como era de esperar, en el centro de la llave encontramos un cabujón de zafiro, otro de los elementos distintivos de los relojes Cartier.
El tamaño de la caja es de 40 milímetros para las versiones masculinas y de 35 y 31 para las tres variantes femeninas que lanza inicialmente Cartier. De momento solo podremos adquirir las versiones masculinas con caja de oro blanco o rosa, algo que sin duda restará popularidad a este reloj, aunque Cartier ya me confirmó que en el 2016 veremos aparecer la versión con caja de acero, sin duda la elección más interesante para un reloj con vocación de polivalencia.
Me gusta el conjunto estético de este Clé de Cartier y de cada uno de los elementos (especialmente el perfil) que lo conforman. Por su parte, la corona en forma de llave, además de ser su indiscutible símbolo, se integra muy acertadamente en la carrura de la caja. Por tanto puedo calificar de sobresaliente el trabajo realizado por Cartier en este elemento clave del reloj.
Clé de Cartier – la esfera
Como he mencionado en numerosos artículos, aunque geométricamente más simple, la esfera confiere tanta o más personalidad a un reloj que su caja, y ello se debe a que es el primer elemento en el que fijamos nuestra vista cuando observamos un reloj; es su cara.
Aquí ya anticipo que no le daré un sobresaliente a Cartier, ya que al contrario que en todos los elementos de la caja de este Clé, se ha limitado a implantar los mismos códigos estéticos ya vistos en el 90% de los relojes de su colección. En pocas palabras: muy poco original y distintivo.
Por tanto, estamos ante la típica esfera Cartier, con una base guilloché, números romanos para los índices horarios y finas agujas de horas y minutos, los mismos elementos que encontramos en el Ballon Bleu, en el Tank, en el Santos…. Sinceramente esperaba un poco más de creatividad en este sentido por parte de Cartier. Entiendo que es importante mantener y transmitir unos signos de identidad propios, pero también entiendo que una firma con el dominio creativo de Cartier hubiera podido innovar algo en ellos sin perder su personalidad.
La guinda negativa, la pone el ridículo fechador ubicado a las 6 horas. Lo de ridículo lo digo por su tamaño, desproporcionadamente pequeño en relación a la superficie de la esfera. Ya sé que el tamaño de un fechado por ventanilla está limitado por el diámetro del anillo en el que se encuentran los números, y que dicho diámetro también esta limitado por el tamaño del movimiento en el que se inserta. Pero para ello hay soluciones, la mayoría complejas de implantar desde el punto de vista técnico, que son las que en muchas ocasiones determinan si estamos hablando de un reloj de gama alta o de una pieza de Alta Relojería. También me sobra la inscripción AUTOMATIC en al esfera, pero este es un mal menor si tenemos en cuenta que salvo raras excepciones, la mayoría de relojes polivalentes o deportivos tienen la detestable costumbre de recordarnos en la esfera que nuestro reloj es de carga automática… como si no lo supiéramos!
En resumen, siendo generoso le otorgo un aprovado a la esfera de este Clé de Cartier. Cierto que transmite inmediatamente que estamos ante un reloj Cartier, pero no lo distingue de los demás modelos del catálogo de la firma parisina/ginebrina, algo que entiendo imprescindible si queremos crear un icono.
Clé de Cartier – el movimiento
Cartier se decanta por el nuevo calibre 1847 MC para su nuevo Clé. Se trata del más reciente movimiento automático manufactura de Cartier. El número 1847 de su referencia, en alusión al año de nacimiento de la firma, ya da un idea de la importancia que otorga Cartier a este calibre. En linea con la tendencia del sector en las dos últimas décadas, Cartier toma el camino estratégico de dejar de depender de terceros para sus mecanismos y sustituirlos paulatinamente por sus propios calibres manufactura. El optar por este 1847 MC lo diferencia positivamente del Ballon Bleu equivalente, que aun recurre al calibre 049, que no deja de ser un 2892 de ETA personalizado.
La filosofía del 1847 se desprende rápidamente de su observación, algo que permite el fondo visto del Clé; sencillez de diseño y acabados correctos sin entrar en exquisiteces propias de la más Alta Relojería. La finalidad de ello también es clara; búsqueda de la máxima fiabilidad y contención de costes. Los datos técnicos van en la misma alinea de fiabilidad y precisión; 28.800 alternancias por horas, 42 horas de reserva de marcha y sistema de carga bidireccional.
Si observamos el anverso de este 1847 MC apreciaremos rápidamente la limitación del tamaño del fechador que comentaba en el apartado esfera. Efectivamente vemos que el anillo de dicho fechador ocupa prácticamente todo el perímetro del calibre y que por tanto, salvo complejas soluciones de doble fechador, impide incrementar el tamaño de las cifras.
Cierto es que ello se ve limitado por el propio diámetro de este calibre, de 25,6 milímetros, un perímetro bastante inferior al que permitiría la caja de 40 mm del Clé de Cartier. Pero debemos tener en cuenta que el mismo calibre es el que también equipa los modelos femeninos de 35 mm, que sospecho es el límite inferior de encaje. Por tanto, la única solución teórica es la que nadie implementa; la de crear un calibre de distinto tamaño para cada diámetro de caja, algo inviable desde el punto de vista de rentabilidad, ya que de hacerlo incrementaría exponencialmente el precio final de los relojes.
Pocas complicaciones, fiable, robusto y con buenos acabados. Una serie de cualidades mecánicas idóneas para este Clé de Cartier, un reloj con vocación de polivalencia y que por tanto pasará la mayor parte de su vida en la muñeca de su propietario.
Clé de Cartier – conclusión
Un sobresaliente para la caja, un aprobado justo para su esfera y un notable para su movimiento. Falta un parámetro por valorar, especialmente importante para un reloj con vocación populista (aunque sea de élite), que es su precio. Cartier ya nos ha comunicado los precios oficiales que veremos pasado mañana en las boutiques: 18.300 € para el Clé de oro rosa con aligator y 33.900 para el mismo modelo con brazalete del mismo metal precioso. Estos precios se incrementan hasta los 19.700 y 36.300 para las versiones equivalentes en oro gris. Unas cifras que por otra parte dicen poco ya que, como he comentado anteriormente, el peso de las ventas y del mercado será para la futura versión en acero. Si esta no sobrepasa en demasía el precio del Ballon Bleu (5.950 con brazalete de acero) preveo que lo superará sobradamente en popularidad y ventas.
Si este nuevo Clé de Cartier se convertirá en un futuro icono de la firma, es una cuestión que solo el tiempo dirá, pues el tiempo es un parámetro inseparable del concepto icono. Por originalidad y acierto en el diseño de su caja tiene muchas papeletas para ello. Si además se complementase con una esfera al mismo nivel de innovación y diseño las tendría casi todas..
Más
- geometría y diseño de su caja
- sistema de llave original, personal y bien diseñado
- tamaño perfecto y adaptable a la mayoría de muñecas
- ergonomía
- precio supuestamente contenido en futura versión de acero
Menos
- esfera sin personalidad
- fechador pequeño con relación a la superficie de la esfera
- masa oscilante del calibre 1847 demasiado simple en su diseño