La Manufactura Cartier de La Chaux-de-Fonds – Los componentes del movimiento
Siguiendo el escrupuloso y lógico orden de la visita, dejamos lo elementos externo del reloj y nos adentramos en los internos, es decir, en todas las piezas que componen su movimiento, que en el más simple de los casos supera los 150 componentes, para rondar los 300 en los relojes medianamente complicados. Es importante tener en cuenta estas cifras ya que debemos tener presente que todas las fases de producción y acabado que hemos descrito en los elementos externos del reloj se aplican de igual manera a cada uno de los componentes del movimiento, con el agravante de que su diminuto tamaño requiere del microscopio para poder trabajar sobre la mayoría de ellos.
Concretamente, de forma genérica, el proceso de fabricación de las piezas internas del reloj se inicia por el mecanizado del metal en bruto, al que sigue el proceso de acabado y decoración, pasando finalmente al ensamblaje, un apartado este último que por sí mismo es un mundo aparte.
El método de mecanizado inicial de los componentes de un mecanismo es el mismo que he descrito en los elementos externos del reloj, pero dado el diminuto tamaño de muchas de estas piezas, a las operaciones de fresado o perforado hay que sumarles otros métodos como son la electro-erosión o el torneado
Si en los acabados de la caja y el brazalete de un reloj conviven habitualmente el pulido con el satinado, en el caso de los componentes del mecanismo aun se complica más la diversidad ya que a estos dos acabados básicos hay que sumarles el perlado, que habitualmente se aplica a la platina, las «Côtes de Genève» que se realiza en los puentes, el soleado, y una infinidad de otras variantes que otorgan a cada movimiento su carácter propio.
A todos estos acabados, meramente decorativos, hay que añadir otras terminaciones que además de beneficiar la estética adquieren una importancia vital para la fiabilidad y precisión del movimiento. Me refiero a operaciones como el desbarbado y achaflanado de los puentes, que además de otorgarles atractivo estético también impiden que los restos de metal puedan interferir en el buen funcionamiento del movimiento. En el mismo sentido, los acabados pulidos en diversas partes de los componentes del mecanismo incrementan su resistencia a la oxidación.
La cantidad y variedad de operaciones de acabado y decorado que se aplica a los componentes del movimiento puede ser ingente y requerirían de un solo artículo dedicado para mencionarlas. Pero es muy importante tener presente la complejidad de todos estos procesos para comprender la gran diferencia que separa a los relojes realizados enteramente en serie por procesos automatizados, de los de muy alta gama, cuya máxima expresión es lo que denominamos Alta Relojería.
La Manufactura Cartier de La Chaux-de-Fonds – las agujas
Hasta aquí, la visita a la Manufactura Cartier de La Chaux-de-Fonds se ha desarrollado de forma impecable, especialmente por su estudiada planificación, y ha sido espectacular por las dimensiones y la modernidad de sus instalaciones, pero no ha mostrado nada que se salga de lo habitual y lógico en la mayoría de las manufacturas relojeras merecedoras de tal calificativo. Pero ahora nos adentramos en una sección que sí me ha sorprendido, como es el de la fabricación de las agujas.
Reconozco que no imaginaba que Cartier manufacturara internamente este elemento, ya que se trata de algo tan especial y concreto que prácticamente la totalidad de marcas se limitan a su diseño y se surten de proveedores externos especializados para su manufactura.
Las agujas son un elemento de la esfera al que suele prestarse poca atención de forma objetiva, pero cuya importancia es trascendental en la imagen que nos trasmite un reloj. Solo hay que plantearse una pregunta y meditar la respuesta: ¿Cual es el componente de nuestro reloj que más veces visualizamos?… La respuesta a ello es indiscutible: las agujas.
Salvo en el caso de las indicaciones digitales (las que se muestran mediante dígitos en una ventana) siempre que queremos leer una indicación de un reloj tendremos que mirar obligatoriamente una o varias agujas, empezando por las más básicas e irrenunciables como son las indicaciones de las horas y de los minutos. A ellas podemos añadir los contadores de un cronógrafo, las indicaciones de un calendario clásico, la indicación de reserva de marcha, la del segundo huso horario, y un largo etcétera.
La consecuencia de ello es que el diseño y el acabado de este curioso y poco valorado elemento, resulta determinante en el acierto o desacierto del diseño global de la esfera de un reloj. Una esfera exquisitamente diseñada y acabada, con unas agujas que no armonicen con ella dará como resultado un desastre que irremediablemente se traducirá en un fracaso inevitable de ventas. Por contra, aunque no se trate del escenario ideal, unas agujas con personalidad pueden otorgar atractivo al conjunto de una esfera anodina.
Si analizamos el motivo que pueda tener Cartier para manufacturar internamente sus agujas, existe una explicación razonable, que probablemente va muy ligada con el carácter creativo y artístico que distingue a sus relojes, ya que la consecuencia evidente es que necesitan agujas muy personales. Si a ello sumamos la ingente cantidad de distintos modelos que conforman su catálogo, es lógico pensar que a Cartier le resulta rentable crear y manter su propio departamento de manufactura de agujas.
Resulta impresionante el número de operaciones que se requiere para que, partiendo del metal en bruto, las agujas estén totalmente terminadas y listas para su montaje sobre la esfera del reloj. Pero tampoco hay que olvidar el apartado técnico que conlleva su fabricación, ya que aspectos como su peso o su perfecta planitud resultan trascendentales para el consumo de energía del mecanismo o para evitar el roce con el cristal o con los demás elementos de la esfera. Por todos estos motivos y condicionantes, se puede decir que cada reloj requiere de unas agujas específicamente diseñadas para él, algo que explica el impresionante catálogo de agujas, perfectamente clasificadas, que nos mostró Cartier.