Michel Parmigiani inició su actividad como relojero en el año 1976, cuando abrió un taller de restauración en plena crisis del cuarzo. Tiempo después de esta iniciativa contraria al pensar de aquella época, el maestro relojero dijo un frase que, personalmente y por su significado, creo que debería incluirse en todos los libros de relojería: “Cuando tienes la posibilidad de trabajar con tantas maravillas del pasado, como he podido hacer yo, simplemente es imposible creer que la relojería tradicional esté condenada a desaparecer”. Parmigiani Fleurier empezaba a tomar forma.
Se puede afirmar sin temor alguno a equivocarse que Michel Parmigiani creó un método de restauración que se convirtió en su ética profesional. Las habilidades relojeras adquiridas durante sus años de formación se nutrieron de las enseñanzas que asimilaba en cada una de las obras que restauraba y que, de manera adicional, contribuyeron a aumentar su reputación en museos y entre los coleccionistas privados. De este modo, en los años 80 recibió un encargo del comisario de la Colección Maurice-Yves Sandoz. Este encargo sería el responsable de que acabara encontrándose con Pierre Landolt, presidente de la Sandoz Family Foundation. La mútua admiración y confianza que cada uno de ellos sentía por el otro fueron el punto de encuentro para que esta fundación confiara a Michel Parmigiani, en 1996, los medios y los recursos productivos para crear una marca con su nombre.
De este modo Parmigiani Fleurier se fundó el 29 de mayo de 1996. Entre algunas de sus creaciones más importantes a lo largo de sus veinte años de historia podemos encontrarnos con el primer reloj de pulsera de la manufactura, el Kalpa Hebdomadaire de 1999, más conocido por el sobrenombre de “Ionica” albergado en una caja en forma de tonel con una reserva de marcha de 8 días. Los relojes Parmigiani Fleurier son el legado de una tradición relojera iniciada en los años 70 en el artesanal mundo de la restauración.