He de confesaros que siempre he sentido una particular fascinación por los reguladores y su particular forma de mostrarnos la hora, situando las manecillas en ejes diferentes. Estamos familiarizados a leer la indicación de los segundos en un pequeño y solitario contador, pero no es tan habitual, sino todo lo contrario, el hecho de separar las horas de los minutos, ofreciéndose actualmente como una complicación más estética que efectiva.
Habitualmente, cuando hablamos de complicaciones en relojería o en Alta Relojería, solemos asociarlas a mecanismos que se traducen en distintas indicaciones complementarias a las de horas y minutos. Entre ellas podemos encontrar desde pequeñas complicaciones como un fechador por ventanilla o un indicador de reserva de marcha, hasta aquellas que implican un savoir-faire excepcional debido a su complejidad, como puede ser el caso de un calendario perpetuo.
Un reloj regulador, a pesar de representar una evidente dificultad añadida respecto a la simple lectura horaria, no conlleva ninguna nueva función o indicación adicional, cayendo en una categoría que podríamos denominar «complicaciones mecánicas», un término dentro del cual también tendría cabida, por ejemplo, desde unas horas saltantes hasta un mecanismo tourbillon.
En sus inicios interpretaron un papel protagonista en la historia de la relojería. Debemos remontarnos a finales del siglo XVII, cuando estos relojes fijos ubicados en observatorios astronómicos fueron utilizados como estándares de precisión para todos los relojes de los asentamientos vecinos, que se regulaban de acuerdo con ellos. En esta tarea, la indicación horaria no era lo más importante, sino la visualización de los minutos y segundos. Para favorecer su máxima legibilidad, separaron y descentraron las indicaciones, logrando así que su visibilidad y ajuste diario no quedaran entorpecidos por su interacción espacial. Los artesanos relojeros también ajustaban sus creaciones unipersonales de acuerdo con sus indicaciones, y no pasó mucho tiempo hasta que, a principios del siglo XIX y gracias a su constante búsqueda por la miniaturización, los reguladores dieran el salto a los relojes de bolsillo, manteniendo su peculiar distribución de la esfera y su carácter como un instrumento horario de máxima precisión.
A pesar de que, actualmente, los reguladores han perdido su función histórica y de que su diseño no resulta el más eficaz para leer la hora a simple vista, nos ofrecen una estética diferente y fascinante respecto a la habitual estructura donde horas y minutos comparten eje central. Adoptando esta configuración, Chopard nos adelanta el L.U.C Regulator que presentará la próxima semana en Baselworld, una versión que reúne la elegancia de la caja L.U.C con el impresionante movimiento 98.02-L. Esta nueva referencia no es el primer regulador de Chopard; en 2004 lanzó el primer L.U.C Regulator, luciendo una estética clásica que tuvo su interpretación vanguardista dos años después con el L.U.C TECH Regulator.
Caja
Fabricada en oro rosa de 18 quilates, su caja de 43 mm de diámetro excede el que podemos considerar tamaño ideal en un reloj de vestir, que se situaría entorno a los 40 o 41 mm. Tratándose de un regulador, la medida resulta perfecta, ya que debemos tener en cuenta que estos mecanismos necesitan de una mayor superficie de esfera, destinada a implementar correctamente las diferentes indicaciones descentradas.
Si solo atendemos a cifras absolutas, sus 9,78 milímetros de grosor son correctos, pero si observamos la arquitectura de su mecanismo y las prestaciones que ofrece, especialmente en lo concerniente a la reserva de marcha y a la complicación GMT, sólo puedo calificarlo de una finura sobresaliente. Estas perfectas proporciones se apoyan en una geometría de sencillas formas redondeadas, a las que se suma el bisel abombado y la perfecta integración de las asas como una prolongación misma de la caja. Su acabado general es pulido, a excepción de los laterales de la carrura y asas, donde es sustituido por un delicado satinado-cepillado vertical. La corona acanalada de sección rectangular presenta una medida correcta, rematada por el logo L.U.C. En la carrura derecha, implementa un discretísimo pulsador rectangular a las 7 horas que controla la función GMT.
Atornillada a la caja mediante ocho tornillos, la trasera de zafiro nos permite admirar la exquisitez del calibre 98.02.L. En su anillo perimetral encontramos grabadas, junto al nombre de la manufactura y el de Regulator, los dos sellos que demuestran su indiscutible calidad: el Punzón de Ginebra y el logo de los L.U.C. La hermeticidad del conjunto alcanza los 5 bar (50 metros) valor que, caso de tratarse de un guardatiempos de carácter deportivo podríamos considerar como escaso, no siendo este el caso y resultando más que apropiado para un reloj de corte eminentemente elegante. Consecuentemente con el oro rojo y el carácter elegante de este L.U.C, se entrega con una correa de cocodrilo marrón, forrada también con el mismo material aunque de color cuero.
Esfera
La verdadera razón de ser del L.U.C Regulator la encontramos en la esfera, implementando seis indicaciones totalmente separadas que conforman, además, una simetría horizontal casi perfecta: horas, minutos, segundos, GMT, reserva de marcha y fecha. El papel protagonista está reservado para la gran aguja minutera central que, fabricada en oro rosa, facetada y con material luminiscente aplicado, luce el habitual y particular diseño dauphine de los L.U.C. Su extremo recorre la escala de minutos chemin de fer ubicada en el perímetro de la esfera, donde a cada cinco minutos se dispone un índice en forma de cuña, y justo debajo, el numeral arábigo correspondiente, excepto en las posiciones de 15 y 45 minutos, mediante una nítida tipografía de buen tamaño.
Sobre la esfera plateada de acabado satiné soleil se organizan cuatro contadores en las posiciones cardinales, acompañados por la discreta ventana del fechador ubicada entre las cuatro y cinco horas. A las seis horas se presenta el pequeño segundero, con una escala de segundos también chemin de fer con indicadores cada cinco segundos que resulta uno de los pocos «peros» que le puedo adjudicar a este guardatiempos: es contradictorio que un reloj regulador, estandarte de la precisión, no nos permita saber con exactitud el segundo en el que nos encontramos. La ausencia de índices para todos los segundos que componen un minuto no se corresponde con la vocación cronométrica de este reloj, pues nos impide realizar un seguimiento preciso de su variación de marcha.
A diferencia de lo que sucede en la casi totalidad de los reguladores normales, en los que la indicación horaria se dispone a las 12 horas, la del Chopard L.U.C Regulator se sitúa en un contador a las tres. Doce numerales arábigos se posicionan en su anillo exterior decorado concéntricamente, exhibiendo la misma tipografía que la escala de minutos, acompañados por una pequeña manecilla que muestra idénticas características que la minutera central, resaltando así su papel como las dos indicaciones más importantes. En cambio, el resto de agujas en el pequeño segundero, GMT y en el indicador de reserva de marcha son de un reservado color negro, aceptando así su lógico papel secundario.
Con su mismo diámetro, a su izquierda se asienta la subesfera con la función GMT de 24 horas que, sin embargo, adopta un diseño más parecido al pequeño segundero, con el círculo interior decorado concéntricamente. En el exterior se sitúan numerales en las horas pares y finos segmentos en las impares, ofreciendo una lectura correcta y adecuada. Aún así, siempre he preferido los segundos husos horarios de 12 horas junto a una indicación día/noche, y creo que en esta ocasión hubiera sido la ideal, redondeado la simetría de la esfera al poder calcar el diseño del subdial horario a su derecha. Su ajuste se realiza, como ya hemos explicado anteriormente, mediante repetidas pulsaciones del corrector discretamente colocado en la carrura izquierda.
A las doce, el indicador de reserva de marcha exhibe con orgullo la fabulosa autonomía de 216 horas (9 días) del calibre L.U.C 98-02-L. Su geometría en semi-circunferencia tiene una razón de ser: liberar el espacio necesario para poder implementar transferidas en la esfera su identificación como L.U.C y su calidad de cronómetro. Además de atraer nuestra atención por su peculiar geometría respecto al resto de contadores, también capta nuestro interés de otra forma mucho más inconsciente; si os fijáis, podréis apreciar que su pequeña aguja resulta ser el centro desde el que se irradia la decoración satiné soleil de la esfera.
Si nos paramos a pensar del porqué del diseño de todos estos elementos de la esfera, concluiremos que atienden a una finalidad irrenunciable que es la precisión de lectura. Este parámetro casi obsesivo que rige la esfera de este L.U.C. me parece coherente en grado extremo, pues estamos ante un cronómetro, un tipo de guardatiempo que fue creado para servir de referencia a los demás relojes, y que por tanto debe proporcionar una exactitud y facilidad de lectura sin tacha.
Calibre 98.02-L
El movimiento que equipa este regulador es el excepcional calibre manufactura L.U.C 98.02-L. No os extrañe si en veis en el puente la inscripción 1.98-37089, pues por motivos que desconozco, Chopard tiene la costumbre de grabar de forma distinta la numeración de algunos de sus calibres con respecto a como se indican oficialmente en los datos que suministra. Latiendo a 28.800 alternancias por hora (4 Hz), este mecanismo de remonte manual es una variante del L.U.C 98.01-L que latía en los reguladores de Chopard, al que se le añade un módulo GMT.
Debido a ello, el 98.02-L crece en diámetro, desde los 28,00 a los 30,40 mm, y en grosor, de 3,70 a los 4,90 mm. Aquí es donde enlazo con el tema del grosor de la caja a la que párrafos atrás me refería. Cronometría y gran reserva de marcha son dos conceptos técnicos antagónicos. La reserva de marcha esta condicionada mayormente por la longitud del muelle real que se aloja en el barrilete: cuanto mayor sea su longitud, mayor será la reserva de marcha que proporciona, pero también será mayor su irregularidad de suministro de energía a lo largo de su recorrido, llegando a desviaciones inaceptables cuando se superan ciertos límites. Como consecuencia de ello, lo habitual es que los relojes con elevadas exigencias de precisión ofrezcan una reserva de marcha comedida, menos incluso de la que que nos proporcionan relojes de menor nivel. Chopard no se rinde a este condicionante técnico y se atreve a ofrecernos 216 horas de reserva de marcha, es decir, 9 días. Para conseguirlo sin comprometer la eficiencia cronométrica, recurre a su tecnología Quattro, que se basa en la utilización de cuatro barriletes apilados en dos series, con un muelle de 47 cm de largo cada uno, pero que en total suman 1,88 metros, cuadruplicando así la energía que proporcionaría individualmente sin generar grandes alteraciones en su suministro y, por tanto, manteniendo intacta la precisión cronométrica gracias a una entrega constante del par… y todo ello en una caja que no llega a un centímetro de grosor.
Como ya nos tiene acostumbrados Chopard con sus L.U.C, los acabados son realmente difíciles de superar, garantizados en esta ocasión por el sello ginebrino que certifica la buena factura técnica y estética del reloj en su conjunto, y, en particular, el alto nivel de acabado de sus componentes mecánicos. Los dos sets de barriletes se intuyen ubicados bajo el gran puente superior que, junto al inferior, lucen una decoración Côtes de Genève, con las aristas biseladas y pulidas. Por su parte, el órgano regulador muestra un volante de tres brazos acompañado por un regulador «cuello de cisne» que controla la longitud activa del espiral.
Impresiones y valoración
Una vez analizado en profundidad el Chopard L.U.C Regulator, sólo me queda resumir mis impresiones mediante una rápida valoración. De hecho, es una de las partes más fáciles de este artículo, ya que bajo cualquier ángulo analizado, resulta un reloj admirable. Su diámetro de 43 mm es ideal para un regulador, y más aún si va acompañado de un contenido grosor de poco más de 9 mm, una cifra que presupone una excelente comodidad de uso, deslizándose bajo nuestro puño de la camisa sin ningún problema.
El equilibrio, proporcionalidad y legibilidad de la esfera son inmejorables, sobretodo si tenemos en cuenta que a la complicación del regulador se le suman las funciones de fecha, GMT y reserva de marcha. Los pocos «peros» que le puedo adjudicar a este reloj son no implementar numerales aplicados en vez de transferidos en la escala de la minutera, y el hecho de no recurrir a una escala con las sesenta divisiones como correspondería al pequeño segundero de un cronómetro.
El nivel de los acabados tanto de la caja como de la esfera y mecanismo, es excepcional, logrando una excelencia al alcance de muy pocas firmas.
Y si su exterior es espectacular, su calibre L.U.C 98.02-L roza la perfección: cuatro barriletes que proporcionan 9 días de reserva de marcha en sólo 4,90 mm de grosor, certificado cronómetro, Punzón de Ginebra, acabados intachables…
En definitiva, estamos ante un guardatiempos muy particular gracias a su configuración como regulador, de estética clásica y elegante e impecable en cuanto a su diseño, legibilidad, comodidad, mecánica y acabados. ¿Se puede pedir algo más?.