Si bien las etapas de fabricación en la Alta Relojería son muy similares, resultan innumerables las diferencias existentes en la manera de llevarlas a cabo. Estas diferencias en la metodología y procesos de producción, fruto de la idiosincrasia y objetivos de cada marca, son las que definirán el resultado final. Es por ello que, además de analizar sus relojes, la mejor manera de valorar una firma en su justa medida es visitar sus instalaciones y conocer de primera mano sus singularidades. Os aseguro que es uno de los aspectos de nuestro trabajo en los que más disfrutamos: poder asistir en directo a los procesos creativos y de fabricación de esas obras de arte que son los relojes mecánicos, no tiene precio, y más aún en casos como el que hoy nos ocupa: Chopard.
Como bien sabéis los asiduos lectores de Watch-test, Chopard es una firma por la que siento devoción, no sólo por la extraordinaria calidad de sus guardatiempos, sino por la filosofía que Karl-Friedrich Scheufele ha grabado al fuego en el ADN de Chopard, y que la ha llevado a codearse, en solo veinte años, con los más grandes e históricos actores del mundo de la Alta Relojería. En esta serie de dos artículos narramos la visita que el equipo de Watch-test al completo realizó en exclusiva al corazón de Chopard en un inusual y fantástico viaje de tres días.
Chopard: todo empieza en 1860 con Louis-Ulysse
«Para entender el presente, debemos conocer el pasado». Esta frase del historiador e hispanista francés Pierre Vilar resume el porqué creo necesario rememorar los orígenes e historia de Chopard. La historia comienza en Sonvilier, un pequeño pueblo cercano a La Chaux-de-Fonds y Neuchâtel, donde el 24 de mayo de 1836 nació Louis-Ulysse Chopard en el seno de una humilde familia de campesinos. Como muchos de sus vecinos, durante los fríos días del invierno suizo, trabajaban como relojeros bajo el habitual sistema del «etablissage»: en sus casas montaban movimientos blancos que en primavera recogían los agentes, los ponían en cajas y comercializaban los relojes acabados. Viendo como eran los comerciantes los que sacaban mayor rentabilidad de su trabajo, Louis-Ulysse Chopard decidió trabajar independientemente, y en 1860, con sólo 24 años, creó la manufactura relojera L.U.C en Sonvillier.
Pese a su limitada fabricación, sus relojes adquirieron rápidamente una sólida reputación entre los amantes de la relojería por su precisión, exquisita decoración y belleza. Gracias a sus viajes por Europa del Este, Rusia y Escandinavia, sus creaciones fueron adquiridas en mercados de todo el continente, convirtiéndose incluso en proveedor del zar Nicolás II.
Después de la muerte de Louis-Ulysse, la empresa pasó a manos de su hijo Paul-Louis, quien la trasladó a Ginebra en 1937 para acercarse a su clientela cosmopolita. Después de la II Guerra Mundial, y ya bajo la dirección de su nieto Paul-André, Chopard se encontraba en una difícil situación, por lo que finalmente decidió venderla. Fue en este contexto cuando conoció a Karl Scheufele III, descendiente de una dinastía de relojeros y joyeros.
En 1904, su abuelo Karl Scheufele I había fundado su propia marca de relojes y joyas bajo el nombre de Eszeha (simplemente, las tres primeras letras de su apellido pronunciado en alemán), situada en Pforzheim en plena Selva Negra alemana.
La compra se llevó a cabo en 1963, y representó el inicio de lo que ahora es el Grupo Chopard, manteniéndose como una empresa familiar totalmente independiente bajo la co-presidencia de Caroline y Karl-Friedrich Scheufele.
Su sede y cuartel general, inaugurada en 1974, está situada en Meyrin, cerca de Ginebra en Suiza, pero es en Fleurier donde se localiza su principal foco de actividad. Es en este pequeño pueblo del Cantón de Neuchâtel, en pleno Jura suizo, donde el grupo Chopard ha creado un importante centro relojero que reúne en dos sedes una gran parte de sus actividades de relojería: por una parte Chopard Manufacture, especializada en Alta Relojería, y por otra Fleurier Ebauches, destinada a la producción industrial de movimientos mecánicos.
La clave que ha llevado a Chopard a las cotas más altas de la alta relojería reside en la independencia de la firma que, tal como hemos comentado antes, pertenece a la familia Scheufele desde 1963. Compartiendo presidencia con su hermana Caroline, Karl-Friedrich tuvo una gran idea que se llegaría a materializar en 1996: recuperar la tradición relojera de Louis-Ulysse Chopard con los más altos estándares de calidad mediante la creación de la Manufactura Chopard.
En ella se crean los calibres L.U.C, la máxima expresión de la Alta Relojería, mediante una producción vertical integrada que le permite diseñar, desarrollar y fabricar todos sus calibres a nivel interno, y acoge a la vez todas las etapas de creación de sus relojes, desde la fase de investigación y desarrollo, hasta las fases de decoración más artesanales.
En 1996, el lanzamiento en del L.U.C 1860 marcó el retorno de Chopard al exclusivo grupo de manufacturas de Alta Relojería. En su interior latía el calibre L.U.C 96.01-L, el primer calibre creado por la Manufactura. Con un diámetro de 27,40 mm, una de las principales bondades de este mecanismo de remonte automático es su reducido grosor de 3,30 mm que lo hacen acreedor del adjetivo de extraplano gracias a implementar una masa oscilante descentrada, o sea, un micro-rotor. Su tecnología Twin de dos barriletes superpuestos consigue ofrecer una reserva de marcha de aproximadamente 65 horas, una cifra impresionante en un reloj extraplano. Este sistema ha sido superado por la tecnología Quattro, que gracias a sus cuatro barrlietes, almacena la energía necesaria para hacer funcionar el reloj durante 216 horas (9 días).
Después de veinte años, el trabajo realizado ha sido simplemente espectacular: 11 movimientos base y 89 variantes, todos ellos cronómetros certificados por el C.O.S.C., que dan vida a una colección que abarca casi todas las complicaciones relojeras, desde las más básicas como el pequeño segundero o la fecha, hasta las grandes complicaciones como el tourbillon, el calendario perpetuo o la repetición de minutos. Esta última, implementada en el interior del L.U.C Full Strike (calibre L.U.C 08.01-L) presentado como culminación de la celebración del 20º aniversario de la Manufactura Chopard, es la demostración palpable del enorme talento que atesora su departamento de I+D, ya que además de conseguir fabricar una complicación sólo al alcance de pocas manufacturas, nos ha sorprendido al recurrir al cristal de zafiro para fabricar los timbres, esculpidos en una sola pieza junto al cristal que protege la esfera.
Esta filosofía también llega al resto de colecciones de Chopard: en 2007 nace Fleurier Ebauches, que supone un gran salto hacia la integración vertical de los procesos industriales de fabricación. El objetivo es sencillo: desarrollar su capacidad de producción a escala industrial de movimientos mecánicos destinados al conjunto de sus colecciones, con excepción de la Alta Relojería L.U.C creada en Chopard Manufacture. Con una superficie dedicada a la producción de 5.100 m2, sus 40 empleados han fabricado en estos nueve años más de 11.000 movimientos.
Por su parte, las instalaciones de Meyrin, además de acoger su mundialmente conocida división de joyería, es donde se fabrican las cajas y brazaletes que albergarán los calibres creados en Fleurier, y cuenta con una singularidad de la que pocas manufacturas pueden presumir: su propia fundición de oro.
El último movimiento del Grupo Chopard ha sido la incorporación de la Chronométrie Ferdinand Berthoud, la nueva manufactura creada en 2015 por el impulso por Karl-Friedrich Scheufele, con la intención de devolver a la vida la memoria del insigne relojero del siglo XVIII Ferdinand Berthoud y restituir su herencia relojera al nivel que le corresponde. Situado en la cúspide de las colecciones del grupo, Ferdinand Berthoud se dedicará a ofrecer relojes en series de producción muy limitada. La primera muestra de su excepcionalidad es el Chronomètre Ferdinand Berthoud FB1, su primer y extraordinario guardatiempo, que ha sido galardonado con la Aiguille d’Or del Grand Prix d’Horlogerie de Genève 2016 y con el premio al Mejor reloj del Salón Internacional de la Alta Relojería (SIAR) celebrado en Madrid el pasado mes de junio.
Pero vayamos paso a paso, empezando por el primer día de nuestra visita.
Dia 1 – toma de contacto con Fleurier
Llegados a Ginebra un miércoles de junio por la tarde, nos esperaban puntualmente Helena Bermúdez, directora de comunicación de Chopard para España y Portugal, y Cédric Laforge, International PR Manager de Chopard. Iniciamos nuestro traslado hasta Fleurier, situado a unos 120 km de Ginebra. Durante esa hora y media que duró el viaje, bordeamos el lago Leman hasta llegar a Lausana y giramos hacia el norte hasta conectar con la orilla meridional del lago de Neuchâtel. A escasos cinco minutos dejamos la meseta suiza y empezamos a remontar la falda del Jura por la retorcida carretera que nos lleva hasta Sainte-Croix. Desde ahí, recorriendo el encajado valle excavado por uno de los afluentes del Areuse llegamos al bello pueblo de Fleurier, ya en el Val-de-Travers, en pleno corazón de cantón de Neuchâtel.
Con una población de casi 3.500 habitantes, el sector insignia de Fleurier y su entorno es, sin duda, la industria relojera. La región cuenta con un excepcional know-how y una tradición ancestral. La introducción de la relojería en Fleurier parece ser que tuvo lugar en 1730 gracias a David Jean-Jacques-Henri Vaucher, aprendiz de Daniel JeanRichard, padre de esta industria en las montañas de Neuchâtel. Muchos de los grandes nombres de la relojería marcaron la historia regional, contribuyendo a la influencia del Val-de-Travers en todo el mundo. Los relojes producidos aquí fueron exportados a todos los continentes, pero durante la década de 1970 la industria relojera suiza se vio afectada por una crisis de magnitud aún mayor que la época posterior a la II Guerra Mundial. La llamada «crisis del cuarzo» provocó que esta industria relojera casi desapareciera durante la década siguiente. Sin embargo, la fe inquebrantable de algunos hombres ha permitido al sector resurgir de las cenizas y vivir un auge desde finales del siglo XX. Actualmente, varias son las empresas relojeras asentadas en Fleurier: la Manufactura Chopard, Fleurier Ebauches, Chronométrie Ferdinand Berthoud, Parmigiani Fleurier, Bovet y Vaucher Manufacture, a las que se une la sede de la Foundation Qualité Fleurier.
El transfer nos llevó directamente al que sería nuestro alojamiento la primera noche, el acogedor Chopard Forum. Situado en la Rue du Temple, la principal arteria vial de Fleurier, se encuentra a sólo 500 metros de la Manufactura. Esta casa rural construida en 1773 fue adquirida por Chopard en 2004 después de ser renovada, con el objetivo de crear un lujoso espacio que hoy se destina a alojar a los visitantes de la firma y a la celebración de todo tipo de eventos y actividades. Hoy en día acoge unas cinco habitaciones y siete salones decorados con piezas de mobiliario de la colección privada de Karl-Friedrich Scheufele y su esposa.
Su cuidado minimalismo resulta sencillamente impecable: el suelo de piedra en la planta baja y parquet en las plantas superiores dan paso a paredes de blanco impoluto y al bello entramado de madera que conforman las vigas, traviesas y listones de la estructura.
Después de acomodarnos en nuestras habitaciones como únicos huéspedes llegó el momento de dar una alegría a nuestros estómagos, y nos dirigimos a la vecina población de Couvet a disfrutar de una deliciosa cena en el restaurante del Hôtel de l’Aigle en compañía de Helena y Cédric.
Saciados mis instintos carnívoros con un exquisito filete de buey llegó el momento de volver al Chopard Forum y disfrutar de un sueño reparador que nos preparara para el ajetreado día que nos esperaba: visita a la Manufactura, L.U.CEUM, Fleurier Ebauches y la Foundation Qualité Fleurier, que podréis leer en la segunda parte de este artículo que publicaremos la semana próxima.