El tourbillon de un sólo eje fue, sin lugar a dudas, uno de los mecanismos revolucionarios de la relojería dada la increíble mejora en la precisión que aportaba a los guardatiempos en la época en la que reinaban los relojes de bolsillo. Su funcionamiento compensaba las desviaciones ocasionadas por la fuerza de la gravedad sobre el órgano regulador en las posiciones verticales que acostumbraban a adoptar los relojes en el bolsillo. Hoy en día, aplicado a los relojes de pulsera, su aplicación ha perdido parte de su sentido puesto que, por el simple movimiento del brazo y las múltiples posiciones que éste adopta en nuestra vida cotidiana, hace que la compensación de la gravedad sea prácticamente innecesaria. Harina de otro costal son los tourbillones bi-axiales, aquellos que giran sobre dos ejes y que podrían ser considerados como la evolución del tourbillon original aplicado a los nuevos requerimientos de los guardatiempos de pulsera.
Sea como sea, y obviando el porcentaje de influencia que el tourbillon convencional pueda tener sobre la precisión de los calibres actuales, lo que es innegable es la belleza de este mecanismo, así como la complejidad que su desarrollo y construcción implican. Si bien es cierto que un elevado número de marcas del panorama relojero actual integran esta complicación en alguna de sus colecciones, también lo es que no todas ellas lo llevan a cabo con el mismo grado de calidad y acabados. Para ello, baste recordar lo que hace tan sólo unos días nos comentaba Stefano Macaluso, director general de Girard-Perregaux, sobre sus tourbillones: por lo menos la mitad de las horas dedicadas a su construcción se destinan al acabado y decorado de sus componentes. La filosofía de Christophe Claret comparte estos principios.
Nada que ver tiene con lo comentado si hablamos de la repetición de minutos ya que, al contrario de lo que sucede con el tourbillon y su extensa presencia, la sonería está al alcance de las manufacturas que podríamos considerar como la élite de la Alta Relojería. Cierto, en nuestros días y desde hace ya por suerte muchísimos años, no es necesario recurrir a la activación de los timbres si deseamos conocer la hora en medio de la oscuridad de la noche. Pero no menos cierto es que el activar la repetición de minutos de un guardatiempos es uno de los máximos placeres que se pueden experimentar por un aficionado a este maravilloso mundo.
Podríamos debatir largo y tendido sobre lo que tiene y lo que que carece de funcionalidad hoy en día en un reloj, pero en mi opinión se trataría de un debate un tanto absurdo cuando quizás la primera pregunta que deberíamos hacernos al respecto es la más sencilla y primitiva de todas: ¿hay algún aficionado a la relojería que adquiera una pieza para, y con el único propósito, de conocer la hora?. Puedo imaginar la respuesta.
El Soprano de Christophe Claret es un puente que une la tradición con la modernidad. En representación de la primera, alberga las dos complicaciones mencionadas y una estructura arquitectónica basada en los puentes escalonados al estilo Carlos X, monarca francés que bajo su corto reinado de seis años (1824-1830) ejerció una clara influencia en las artes decorativas de la época, entre ellas, la relojería. El extremo opuesto de este puente lo encontramos en la modernidad de la caja de generosas dimensiones y que combina metales nobles y titanio en su manufactura.
El movimiento.
La componente tradicional del soprano: su calibre de remonte manual bautizado con el nombre de TRD98 y con unas dimensiones de 27,60 mm de diámetro y unos realmente espléndidos 8,45 mm de espesor considerando las complicaciones que alberga. Un rápido sondeo a la multitud de guardatiempos de importantes manufacturas que componen las colecciones actuales bastaría para constatar que muchos superan los 10 mm con funciones tan simples como horas, minutos, segundos y, por ejemplo, la fecha.
La frecuencia de oscilación del TRD98 es de 21.600 alternancias por hora o, lo que es lo mismo, 3 Hz y su reserva de marcha alcanza la más que adecuada cifra de 72 horas, tres días enteros, gracias a un doble barrilete. El tourbillon, ubicado a la altura de las seis y visible, al igual que el resto del movimiento, gracias a la ausencia de dial, realiza un giro sobre su eje cada 60 segundos y está sostenido por el puente inferior.
La repetición de minutos del Soprano alberga un carillón Westminster con cuatro martillos y cuatro timbres catedrales patentados. De hecho, el sistema empleado en la manufactura del Soprano se desarrolló en el seno de sus talleres hace más de diez años y, ahora, el concepto se ha reinterpretado por completo resultando más complejo que el original.
Aunque quizás no sea la ubicación habitual dentro de este artículo, desde luego se trata del momento idóneo para comentar cierto punto que, en mi opinión, constituye uno de los principales valores de Christophe Claret. Según sus propias palabras: «En mi opinión, un nuevo reloj no tiene interés alguno si no hace progresar nuestras investigaciones”.
Desde Watch-Test hemos repetido hasta la saciedad lo absurdo de la gran mayoría de las ediciones limitadas, especiales, o como prefiráis llamarlas. Aquí tenemos una de las verdaderas y, valga la redundancia, exclusivas excepciones. El Soprano verá la luz en dos ediciones limitadas, caja de oro rosa y caja de oro gris, cada una de ellas de 8 ejemplares. En realidad, la manufactura podría obviar este término dada su filosofía: la producción “convencional” de Claret en cualquiera de sus colecciones de guardatiempos se limita a unas pocas unidades que, raramente, alcanzan la decena.
Al igual que sucede con el tourbillon, la ausencia de dial permite una diáfana contemplación de timbre y martillos, a la vez que evita cualquier obstáculo que pueda interferir en la difusión del sonido.
Según el propio maestro relojero de Le Locle, con el Soprano han buscado obtener la mayor riqueza musical posible concediendo un cuidado particularmente especial a la calidad sonora de la pieza: fabricación de los timbres en acero trefilado, calidad de su montaje y su afinación, diseño de la caja, e interconexión entre el movimiento y la caja. En la búsqueda de esta perfección en la obtención de notas más próximas a nuestro universo sonoro, la manufactura ha recurrido a un fabricante de pianos de Neuchâtel, con el que han trabajado de manera conjunta en un software específico que ha permitido determinar la frecuencia exacta, 5 hertzios aproximadamente, de cada timbre en el momento de la afinación. Esta frecuencia se obtiene ya sea limando la base del timbre o reajustando su longitud.
Los timbres del Soprano son de tipo catedral, circulares y dan dos veces la vuelta al movimiento. Se benefician asimismo de una invención, patentada ya por la manufactura, consistente en evitar vibraciones demasiado importantes y, por tanto, ruidos parásitos al entrar en contacto los timbres.
La caja.
Los materiales de construcción de la caja, oro y titanio, han sido elegidos con un único objetivo: permitir una resonancia ideal que otorgara al Soprano un sonido grave y potente.
Aunque de corte con tintes clásicos, la caja de este guardatiempos posee unas dimensiones ciertamente importantes de 45 mm de diámetro y 15,32 mm de altura. El motivo de la notable diferencia existente respecto de las dimensiones del calibre albergado debemos buscarlo en la necesidad del espacio adecuado para la impecable calidad sonora de la repetición de minutos.
La transparencia del dial permite observar sin obstáculos el funcionamiento de todos y cada uno de los componentes del movimiento, desde la reserva de marcha y el tourbillon, hasta los martillos y timbres, así como el regulador de la repetición de minutos ubicada a la altura de las 9. La búsqueda de esta transparencia no ha penalizado, como sucede en algunas ocasiones, la legibilidad del reloj, ya que un anillo situado justo a continuación del bisel de la caja alberga los índices que permiten leer con facilidad la información relativa a horas y minutos.
El fondo de esta caja, con una estanqueidad al agua de 30 metros, es también visto y permite observar el resto de los componentes del calibre.
Sobre el conjunto de las 450 piezas que integran este movimiento de la manufactura radica la observación realizada al inicio de este artículo ya que, en su fabricación, es obvia la existencia de un parque de maquinaria de tecnología punta pero, sobretodo, la de un personal relojero altamente cualificado y experimentado en la finalización de los acabados.
En todas y cada una de las piezas del calibre queda patente la intervención de la componente humana para que, finalmente, y antes de que el reloj abandone definitivamente el taller para acabar en la muñeca de su propietario, sea examinado, escuchado y validado por Christophe Claret en persona. No es fruto de la casualidad que Christophe Claret se encuentre entre las contadas manufacturas de alta relojería capaces de diseñar, desarrollar y realizar un guardatiempos desde el primer componente hasta el último.
Las dos versiones en las que el Soprano verá la luz son:
- Caja de oro rosa 5N y titanio con tratamiento PVD gris antracita, agujas de espinela negra y tratamiento PVD gris antracita, cierre de oro rosa y titanio, y correa en piel de aligator negra. Serie limitada a 8 unidades con precio de venta aproximado de 468.000 francos suizos (sin impuestos).
- Caja de oro gris y titanio con tratamiento PVD gris antracita, agujas de rubí rojo o espinela azul con tratamiento PVD negro, cierre de oro gris y titanio y correa en piel de aligator negra con pespuntes en rojo o azul. Serie limitada a 8 unidades con precio de venta aproximado de 476.000 francos suizos (sin impuestos).
Para acabar, y al igual que la manufactura ya hizo con el X-TREM-1, os dejo con este espectacular e interesante vídeo sobre la última creación de este maestro relojero.