Convertida hoy en día en una complicación de las que se habitúan a calificar como poética, la indicación de fases lunares fue en su origen de extrema utilidad para todos aquellos que antaño pretendían emprender un largo viaje. Gracias a esta indicación y con antelación a la planificación del viaje, se podía conocer la previsión de la evolución de nuestro satélite. ¿Por qué era tan importante saberlo? Muy sencillo. Si nos asegurábamos que durante las noches de viaje habría luna llena, se garantizaba una luz nocturna adecuada que guiara los pasos de los viajantes.
A pesar de haber perdido esa su funcionalidad principal, lo cierto es que, además de aportar una información que actualmente no podemos considerar de máxima utilidad, la indicación de las fases lunares es una de las más atractivas de cuántas podemos encontrar en los guardatiempos mecánicos actuales. La representación del cielo estrellado y de la luna es un mundo artístico abierto a cada manufactura: distintos tipos de esmaltado, engastes, grabados,… son múltiples las técnicas utilizadas en este pequeño universo que forma parte de la esfera del reloj. Obviamente, la complejidad y eficacia mecánica de la indicación se ha optimizado hasta límites insospechados en el momento de su invención. Actualmente, las indicaciones de fases lunares suele precisar de una única corrección de un día cada 122,6 años.