GIRARD-PERREGAUX – Historia de la manufactura III. Investigación tecnológica: el Gyromatic y la era del cuarzo.
A finales de los años 60, Girard-Perregaux era una de las pocas manufacturas que disponía de un equipo de I+D interno. Este departamento de investigación permitió a la marca desarrollar varios movimientos revolucionarios.
De las innovaciones tecnológicas surgidas durante la época en que Girard-Perregaux está gobernada por Charles-Édouard Virchaux y Jean-Édouard Friedrich una de las más representativas es un reloj cronógrafo legendario y que data del año 1965: el Gyromatic HF. Dotado de un sistema de remonte automático, su calibre alberga la tecnología punta de ese momento en cuanto a la precisión de la relojería mecánica. Este hecho es debido a la combinación de dos inventos extraordinarios.
El primero de estos inventos, que data de 1957, es el movimiento de remonte automático bautizado como Gyromatic. Este mecanismo aporta una solución definitiva al principal inconveniente que presentan los movimientos automáticos que estudian los relojeros desde los años treinta: su particular arquitectura impide combinar ciertos atributos que, idealmente, deben coexistir en un calibre mecánico, robustez, precisión y volumen reducido. Girard-Perregaux resuelve este problema sustituyendo las tradicionales ruedas de trinquetes, destinadas a invertir el movimiento de vaivén de la masa oscilante en un movimiento circular unidireccional que permita el remonte del guardatiempos, por embragues unidireccionales de rodillos. Solución tecnológica aparte, el sistema supone una revolución adicional al tratarse de un mecanismo sencillo, eficaz, fiable y, por último, permite fabricar relojes automáticos de dimensiones reducidas.
El éxito del nuevo sistema no se hace esperar y miles de guardatiempos firmados por Girard-Perregaux incorporan el nuevo mecanismo. Aún así, los ingenieros de la manufactura continúan buscando la manera de mejorar aún más la precisión de los movimientos mecánicos.
Sus investigaciones culminan con el segundo de los inventos esenciales de Girard-Perregaux en esta época y que revoluciona, una vez más, el mundo de la relojería: un movimiento mecánico de alta frecuencia (AF). Desde hace tiempo, los relojeros e ingenieros son conocedores del hecho que, cuanto mayor es la frecuencia de oscilación del volante, más regular y preciso es el guardatiempos. En los años sesenta, por razones de la energía acumulable en los barriletes de la época y por los requerimientos de lubricación de los mecanismos, los mejores calibres no sobrepasan frecuencias que oscilan entre 18.000 y 21.600 alternancias por hora.
En 1965, después de años de investigación, Girard-Perregaux presenta un movimiento
mecánico que oscila a una frecuencia de 36.000 alternancias por hora. Este movimiento recibirá, tan sólo un año después de su aparición, el premio del Centenario del Observatorio de Neuchâtel. Equipando un gran número de modelos aportará una precisión extrema a guardatiempos fabricados en serie. Para aquellos que puedan estar pensando en el calibre de Zenith conocido como El Primero, deberíamos puntualizar: el calibre El Primero fue el primer calibre de cronógrafo a 36.000 alternancias por hora, datando su presentación del año 1969 en la Feria de Baselworld de ese mismo año.
Pero el mundo de la relojería mecánica está en los albores de lo que supondrá una de las mayores crisis de la historia del sector y que tendrá un único responsable: la electrónica. La década de los setenta es el momento en que los primeros circuitos integrados empiezan a encontrar sus aplicaciones en el día a día de la población. Los relojeros japoneses y americanos se lanzan sin dudarlo a lo que se podría llamar la carrera del cuarzo. La relojería suiza se suma a esta corriente que, en no demasiado tiempo, representará una seria amenaza a la tradicional relojería mecánica.
Así pues, con cierto retraso sobre sus competidores, los suizos deciden unir sus investigaciones en el seno del CEH (Centro Electrónico Relojero). Charles-Édouard Virchaux, preocupado por la independencia de la que siempre ha gozado Girard-Perregaux, declina la propuesta del CEH y decide emprender la carrera por su cuenta. Para ello su departamento de investigación contrata a un joven ingeniero electrónico recién salido de la Escuela Politécnica de Lausana, Georges Vuffray, y se dedica a encontrar socios para el suministro de circuitos electrónicos y de cuarzo.
Después de algunos intentos y varios meses de esfuerzos, Girard-Perregaux presentó en Basilea, en el año 1970, el resultado de todo su trabajo: el primer reloj de cuarzo fabricado en serie en Suiza, elegante y que puede ser adquirido por un precio competitivo. Era el Girard-Perregaux Elcron.
Adicionalmente, el cuarzo que alberga este movimiento vibra a una frecuencia que será, posteriormente, la utilizada por todos los fabricantes del mundo y que se convertirá en el estándar universal. Esta frecuencia es la que se sigue utilizando en los relojes de cuarzo actuales: 32.768 Hz. Este mismo año el CEH presenta un prototipo de reloj de cuarzo del que, posteriormente, se comercializarán tan sólo 2.000 ejemplares. Sus prestaciones eran menores y su coste cuatro veces superior al desarrollado por Girard-Perregaux.
No obstante y como comentábamos unos párrafos más arriba, este éxito tendrá un doble filo para la manufactura de La Chaux-de-Fonds. Desde este momento, la marca decide emplearse a fondo en el mercado de la relojería de cuarzo. En 1973 fabrica un reloj de visualización por diodos electroluminiscentes con un diseño radicalmente innovador y, en 1976, lanza el calibre de cuarzo más pequeño del mundo que permitirá diseñar un reloj femenino cuya dimensión no supera el de la pila que alimentaba al primer modelo de 1970.
En 1975, para celebrar sus descubrimientos tecnológicos, la manufactura creó un modelo deportivo con bisel octogonal pulido y pulsera integrada satinada que recibió el nombre de Laureato.
Pero en 1979, Charles-Édouard Virchaux y Jean-Édouard Friedrich deciden disfrutar de una jubilación más que merecida. Sin hijos que deseen dar la continuidad que requiere la empresa, la ponen a la venta. Girard-Perregaux es adquirida en este momento por una empresa de comercio internacional llamada Desco von Schultess. Lejos de mantener la tradición de la manufactura, deciden realizar un giro estratégico hacia los relojes de cuarzo de alta gama. Esta nueva orientación de la firma fracasa estrepitosamente dado que el público no acepta que un reloj de cuarzo pueda ser considerado un objeto de lujo y, por tanto, caro. El futuro de Girard-Perregaux se ve peligrosamente comprometido y, cinco años más tarde, la firma entra en una situación extremadamente delicada.
Los propietarios deciden entregar la dirección general a su director técnico, Francis Besson, con una única misión: sanear las cuentas. Un hombre va a permitir que lo consiga: Luigi Macaluso, el nuevo importador de Girard-Perregaux en Italia.