A finales de los años 70, enfrentada al auge del cuarzo, la industria relojera estaba en plena crisis. Girard- Perregaux fue una de las primeras empresas del mundo de la Alta Relojería en apostar por el retorno de los relojes mecánicos tradicionales. Con el fin de materializar y manifestar públicamente su decisión, los maestros relojeros de Girard-Perregaux emprendieron la reedición de veinte ejemplares del famoso reloj de bolsillo tourbillon con tres puentes de oro: el número 1 se presentó en 1981. Diez años más tarde, para celebrar su bicentenario, la manufactura consiguió miniaturizar este calibre a las dimensiones que permitían implementarlo en un reloj de pulsera.
Como comentábamos en el capítulo anterior de esta serie dedicada a la historia de Girard-Perregaux, todo esto fue posible gracias a la intervención de una persona: Luigi Macaluso.
Nacido en 1948 en Turín, Luigi Macaluso adquiere una sólida reputación como creador de guardatiempos desde 1975. A semejanza de uno de los antepasados y persona clave en el nacimiento de la manufactura, Constant Girard, Macaluso tiene otras muchas pasiones que le mantienen en contacto directo con el devenir de los sucesos del marco social en el que vive. Realizó estudios de arquitectura, es un apasionado de las artes y del diseño, y fue piloto de automóviles profesional con un título de campeón de Europa de rallys en su haber.
Francis Besson, director general de Girard-Perregaux por aquel entonces, con la misión de reflotar la empresa quería reemplazar a su distribuidor en Italia. Un día de 1987 y sin conocerle personalmente, llamó a Luigi Macaluso para proponerle esta colaboración. Puesto que la manufactura gozaba de un elevado prestigio en el país transalpino, Macaluso aceptó mantener una reunión para discutir el asunto. El encuentro tuvo lugar la mañana del día siguiente en Lugano, a mitad de camino entre La Chaux-de-Fonds y Turín. Durante la reunión, Luigi Macaluso expuso a Francis Besson su opinión basada en que el futuro de la Alta Relojería pasaba, indefectiblemente, por los calibres mecánicos. Besson le mostró entonces el diseño de un nuevo cronógrafo y Macaluso le auguró un gran porvenir en Italia, siempre a expensas de la premisa expuesta: debería albergar un movimiento mecánico que, además, incorporara un sistema de remonte automático.
Francis Besson aceptó la condición y Luigi Macaluso aceptó convertirse en el nuevo distribuidor de Girard-Perregaux en Italia. Aquel cronógrafo, mecánico y automático, sobre el que hablaron ambos en Lugano, se presentó ese mismo año y el éxito fue tal que sólo hizo que corroborar que la decisión tomada era la adecuada: había que regresar a la relojería mecánica.
De manera progresiva la manufactura fue recuperando su salud financiera y Francis Besson adquirió la mayor parte del capital de la empresa y, pasado un tiempo desde el inicio de la colaboración, invitó a su a Macaluso a asociarse más estrechamente con Girard-Perregaux. De esta manera Luigi Macaluso adquirió una participación en el capital y entró en el consejo de administración.
En 1991 la firma celebraba su bicentenario, acontecimiento marcado por la adaptación del legendario tourbillon bajo tres puentes de oro, que tanto prestigio había proporcionado a la firma, a la versión de reloj de pulsera. La tradición de Girard-Perregaux estaba recuperada y a salvo. En ese mismo año, tuvo lugar la apertura de un museo Girard-Perregaux en los locales, totalmente renovados, de la manufactura en La Chaux-de-Fonds. El museo alberga una colección de relojes firmados por muchos de sus nombre más importantes, Bautte, Rossel o Girard, pacientemente constituida por Jean-Édouard Friedrich y que, hasta entonces, había dormido en un caja fuerte. Esta colección se ha ido alimentando de manera continua, sin pausas, y actualmente la albergan los más amplios locales de una hermosa mansión de La Chaux-de-Fonds de principios del siglo XX, la Villa Marguerite, adquirida y restaurada por Girard-Perregaux en el año 1998.
Al finalizar el año del bicentenario, Besson comunica su deseo de retirarse y vender Girard-Perregaux. En 1992 Luigi Macaluso adquiere y toma las riendas de la manufactura. Sin duda alguna conocía la firma a la perfección puesto que había sido el importador oficial de la marca en Italia durante años y uno de los responsables de su resurgimiento. Además, y como ya hemos comentado, desde 1989 ocupaba un puesto en el consejo de administración.
Bajo su dirección, Girard-Perregaux continuó su desarrollo aprovechándose de la
ambición de Macaluso. Se dio un nuevo impulso a diversos frentes de la manufactura potenciando tanto el sector de la Alta Relojería como el correspondiente a la investigación, desarrollo e innovación. No quedó en segundo plano la preocupación por la estética de los relojes, de cuyo diseño se encargó personalmente suponiendo el origen de una larga serie de éxitos comerciales. Girard-Perregaux experimentaba una importante revolución estética en sus colecciones, al tiempo que mantenía toda la tradición y “savoir faire” acumulados a lo largo de sus, por entonces, doscientos años de historia.
En una época en la que muchas empresas relojeras suizas se aprovisionaron con movimientos o “ebauches” de proveedores externos, Girard-Perregaux hizo un gran esfuerzo para desarrollar su propia manufactura. Se realizaron importantes inversiones, en particular en el ámbito de la investigación y desarrollo. En 1994 se lanzó una nueva familia de calibres ultraplanos denominados GP3000 y GP3100 (y, posteriormente, GP3200 y GP 3300). En 1999, para su entrada en el Salón Internacional de la Alta Relojería de Ginebra (SIHH), la marca presentó una versión de cuerda automática de su famoso tourbillon bajo tres puentes de oro gracias a un ingenioso sistema patentado de microrotor de platino situado debajo del barrilete.
Su colaboración con Ferrari entre 1994 y 2004 dio lugar a una notable colección de modelos deportivos y grandes complicaciones con el mítico «cavallino rampante». La historia de la colaboración entre ambas marcas se inicia, justamente, un año antes, en 1993. En realidad, es el joyero Giani Bulgari, amigo íntimo de Luigi Macaluso y de Luca di Montezemolo – el presidente de Ferrari – quien, a petición del último, pone en contacto a ambos.
Montezemolo deseaba ver relojes con los colores de su escudería en los circuitos automovilísticos. Pero no valía cualquier reloj sino que debían ser piezas dignas de representar la leyenda de Ferrari. Para ello había dos premisas casi ineludibles: debían ser a la vez obras de arte y piezas punteras en materia de tecnología. La filosofía aplicada por Girard-Perregaux a sus guardatiempos por la que belleza y eficacia deben primar sobre cualquier otro aspecto, fue la que llevó al presidente de Ferrari a pensar en Girard-Perregaux.
Luigi Macaluso dedicó varias semanas a concebir lo que podía suponer un guardatiempos que reflejara la identidad de la escudería italiana. Para ello tenía varias ideas en la cabeza pero, al igual que Montezemolo, también pensó en una premisa que debía cumplirse obligatoriamente: Girard-Perregaux no fabricaría relojes Ferrari, sino relojes “Girard-Perregaux para Ferrari”. Montezemolo aceptó el condicionante puesto que, aún tratándose de un matiz, éste era más importante de lo que a simple vista pudiera parecer. El razonamiento beneficiaba a ambas marcas puesto que se basaba en el hecho de que el comprador de un reloj de este tipo no debía adquirirlo a ciegas y simplemente por lucir en su dial el legendario «cavallino rampante» y sin saber lo que su caja albergaba. La decisión, contrariamente, se debía tomar a sabiendas de que se estaba adquiriendo una pieza de Alta Relojería de excelentes prestaciones fabricada por una manufactura de primera línea en homenaje a un legendario constructor de automóviles.
Establecidos los principios del acuerdo, Macaluso presenta los borradores de un reloj extremadamente raro para la época: un cronógrafo rattrapante con caja fabricada en oro. Este reloj vería la luz al año siguiente inaugurando la colección “Para Ferrari”. Este primer modelo es inmediatamente seguido por otros cronógrafos de rasgos marcadamente deportivos. El éxito de la colección resulta de tal magnitud que la manufactura empieza a temer que llegue a eclipsar el resto de sus colecciones aunque, en realidad, éstas gozan de un éxito similar. Uno de los modelos integrantes de la colección “Para Ferrari”, creado en 1999 para celebrar el setenta aniversario de la Escudería, se convirtió en primicia mundial: un cronógrafo foudroyante de remonte automático que permite cronometrar lapsos de tiempo con una precisión de un octavo de segundo.