Esta vez, el nuevo modelo que verá la luz en una Edición Limitada a 176 unidades, es fruto de una colaboración a tres bandas entre Hermès, Jaeger-LeCoultre y la cristalería Saint-Louis. Aunque es más que probable que la mayoría de vosotros ya fuerais conscientes de la existencia del ATMOS, hablemos un poco de su principio de funcionamiento dado que, aún tratándose el envoltorio de este reloj de una verdadera obra de arte, es el verdadero protagonista desde el año 1928. La complicación de este calibre no radica en lo que convencionalmente cabe esperar. De hecho sus indicaciones son las justas y necesarias de un reloj: horas y minutos. Así pues, ¿dónde reside la complicación?. Quizás en el módulo del movimiento menos susceptible de recibirla: en su fuente de energía.
El ATMOS no requiere de ningún tipo de batería eléctrica, ni de remonte a través de la convencional cuerda a la que tan acostumbrados estamos en los calibres mecánicos. La energía para el funcionamiento del movimiento se obtiene a partir de una mezcla gaseosa ubicada en el interior de una cápsula hermética que se dilata cuando se incrementa la temperatura y se contrae con el fenómeno inverso. Esta cápsula, unida al muelle de arrastre del movimiento, funciona como una especie de fuelle que permite el remonte del calibre de una manera continua. La sensibilidad de este sistema es tal, que una variación de tan sólo un grado en la temperatura basta para proporcionar una autonomía de funcionamiento de 48 horas. Sin lugar a dudas, estamos ante un movimiento cuasi-contínuo.
En concreto, la referencia del calibre de este ATMOS integrado por un total de 190 componentes, es la Jaeger-LeCoultre 560a y tiene una frecuencia de oscilación del volante de tan sólo 60 alternancias por hora o, lo que es lo mismo, una frecuencia de 8 mHz (miliHerzios) lo que supone un valor 300 veces inferior al mínimo habitual en un reloj mecánico (2,5 Hz ó 18.000 alternancias por hora). Obviamente, la consecuencia directa de este hecho es un menor requerimiento de aportación energética para el funcionamiento.
Las dimensiones de la esfera que constituye el continente de esta pieza son de 276 x 276 x 272 mm. El globo está manufacturado en cristal transparente, doblado y esmaltado en blanco; y la base, con un diámetro de 172 mm tiene un acabado rodiado. El peso del conjunto es de unos 10 Kg. Hermès confió la parte correspondiente a la construcción de este envoltorio a la Cristalería Saint-Louis, fundada en 1586 e integrada en Hermès desde 1989, aplicando la compleja y laboriosa técnica del doblado que consiste en la superposición de distintas capas de cristal.
Por lo que respecta a la colaboración entre Hermès y Jaeger-LeCoultre tiene sus orígenes en 1928, año en que los primeros relojes en los que Hermès estampó su firma fueron presentados en colaboración con importantes manufacturas de Alta Relojería de la época, entre ellas, Jaeger-LeCoultre.