Lange 1815 Chronograph. Perfecto equilibrio.
A. Lange & Söhne presenta el 1815 Chronograph en caja de oro blanco y esfera negra. Una oda al equilibrio y a la excelencia relojera en todos los sentidos.
Se tiene o no se tiene. La cualidad de enamorar a primera vista, de ejercer una atracción tal que resulte imposible apartar la mirada de una esfera y de la caja que lo contiene es algo de lo que contados guardatiempos pueden presumir. Excelencias mecánicas a parte – que no son pocas – el 1815 Chronograph de A. Lange & Söhne es una oda a la proporción y al equilibrio en todos los aspectos imaginables. Si bien es cierto que se trata de una pieza existente en el catálogo de esta manufactura germana desde el año 2004, debo reconocer que esta nueva combinación de oro blanco en la caja con el negro de la esfera resulta de una exquisitez absoluta.
Los 39,5 mm de diámetro de la caja combinados con sus reducidos 11 mm de altura hacen que, en mi opinión, este sea uno de los cronógrafos que mejor equilibran el carácter deportivo implícito de esta complicación con todas las premisas que podemos exigirle a un reloj de tinte elegante. Si a ello le sumamos la discreción del oro blanco y el perfecto contraste ofrecido con el negro de la esfera manufacturada en plata maciza, no podemos hacer más que rendirnos a lo evidente. El detalle de los acabados de la caja combina el pulido del bisel con un satinado horizontal en la carrura, todo ello culminado con una compleja construcción facetada para las asas.
Si las dimensiones de la caja y la combinación de materiales y colores del 1815 Chronograph son dignas de elogio, el equilibrio y la legibilidad ofrecidas por su esfera luchan por restarles protagonismo o, visto de otro modo, aportan los ingredientes precisos para completar la obra. Lange renuncia a la habitual disposición tri-compax de los cronógrafos para implementar la que consiste en dos diales subsidiarios, a la izquierda para el pequeño segundero, a la derecha para el contador de 30 minutos (saltantes) del cronógrafo.
Si bien es cierto que para ello se debe renunciar a disponer de un contador de horas para el cronógrafo, el beneficio obtenido en la nitidez de las lecturas lo compensa con creces. Y, seamos sinceros, ¿quién cronometra tiempos superiores a los 30 minutos con un reloj mecánico? El afortunado poseedor de una pieza de este tipo no busca la funcionalidad de la complicación sino el placer, en la mayoría de ocasiones de forma privada, de disfrutar de ella.
En el eje central de la esfera de este 1815 se anclan las agujas de horas y minutos, en oro rodinizado, acompañadas de la trotadora de los segundos del crono, manufacturada en acero y con el mismo tratamiento que las anteriores. En tanto que para la lectura de las horas se dispone de numerales arábigos de unas generosas pero adecuadas dimensiones, las correspondientes a los minutos y a los segundos transcurridos del crono se trasladan a una escala del tipo ferrocarril situada en el linde con el realce del dial. Cada uno de los intervalos de un segundo está dividido en cinco precisos segmentos, los necesarios para poder realizar la lectura del 1/5 de segundo que permite la frecuencia de 18.000 alternancias por hora (2,5 Hz) del movimiento albergado.
El realce del que os hablaba en el párrafo anterior recibe a las doce el nombre de la manufactura, ocupando el resto de su superficie una escala pulsométrica graduada para 30 pulsaciones. Para aquellos que no estén familiarizados con este tipo de escala, ya que hoy en día las más habituales son las taquimétricas destinadas a medir la velocidad, ahí va una pequeña explicación. Situamos la mano en la que llevamos puesto el reloj de manera que podamos tomar el pulso de la persona en cuestión. Con la otra mano activamos el crono y empezamos a contar las pulsaciones hasta alcanzar las 30 (o las que correspondan a la graduación de la escala). En este momento detenemos el crono y obtenemos las pulsaciones por minuto consultando los numerales que acompañan a la escala. Cierto, probablemente hoy en día muchos no le encuentren sentido a esta funcionalidad, pero os aseguro que en la época en la que se originó muchos médicos la agradecieron. ¿O es que la complicación de fases lunares tiene hoy en día pleno sentido? Es más bien poesía pura.
Para asistir al segundo acto del 1815 Chronograph deberemos darle la vuelta al reloj. Solo así seremos capaces de asistir al espectáculo ofrecido por el calibre de remonte manual L951.5 que, desde 2010, es el responsable del movimiento de este guardatiempos que goza de una reserva de marcha de 60 horas y que implementa la función flyback en el cronógrafo (permite reiniciar un cronometraje sin tener que hacer una puesta a cero). Estas 60 horas son, sin lugar a dudas, un excelente valor para un mecanismo de crono, más teniendo en cuenta que el calibre se alimenta de un único barrilete. Si bien es cierto que las reservas de marcha alcanzan cada vez registros mayores debido a la utilización de nuevos materiales en la construcción del muelle real acompañados de una optimización del consumo energético en los trenes de engranaje y en el escape del movimiento, hay que tener en cuenta la importancia que tiene que el par entregado sea constante en aras de la regularidad de la marcha del reloj. En esta ocasión contribuye también de manera importante la frecuencia de oscilación escogida para el volante, una frecuencia que, al igual que el resto de elementos del 1815 Chronograph, recuerda a los relojes de bolsillo de A. Lange & Söhne de épocas pasadas.
El conjunto se completa con una correa de piel de aligátor negra cosida a mano con cierre del tipo hebilla de oro blanco. Se tiene, o no se tiene …