Continuamos hoy con la segunda parte del artículo dedicado a la visita de la nueva Manufactura de Panerai. Terminamos la primera parte con la producción de los calibres, por lo que hoy retomamos el hilo ya en el taller de ensamblaje.
El ensamblaje del movimiento corre a cargo de un grupo de 42 trabajadores, que se dividen en dos secciones. Una de ellas, semi-automatizada, es la encargada del ensamblaje de las fabricaciones de alto volumen, mientras que la otra, el Taller de Haute Horlogerie, asume el ensamblaje manual de los pequeños volúmenes de los movimientos más complicados, como el P.2005 tourbillon, el cronógrafo rattrapante P.2006, el cronógrafo P.9100/R con cuenta atrás, y el calibre P.2005/G con ecuación del tiempo. En este taller únicamente trabajan cinco relojeros, que siguen la tradición de las manufacturas más antiguas: cada reloj es ensamblado íntegramente por un único relojero.
Como es habitual y común con el resto de Manufacturas para reducir al mínimo el riesgo de contaminación por polvo u otros agentes externos, los relojeros trabajan en un entorno clínicamente limpio. El timming es siempre el mismo: en primer lugar, se ensamblan los movimientos y a continuación pasan a la etapa de montaje en la caja, que incluye el ensamblaje de las esferas y agujas, el montaje del movimiento en la caja con todas las juntas necesarias y, por último, la colocación de la correa.
Desde el inicio del ensamblado, cada movimiento va unido a un pequeño receptáculo contenedor, que incluye un chip al que se le graban todos los datos individuales asociados a cada calibre: fecha, número de orden de producción, track number, componentes, instrucciones, equipo de montaje, etc. Los calibre van desfilando por la diferentes estaciones de montaje, transportados mediante un impresionante circuito cerrado totalmente automatizado, que los hace emerger justo en el lugar preciso, para, literalmente, descender de nuevo al circuito después de finalizar la operación, y proseguir su marcha hasta la siguiente estación.
La siguiente etapa resulta tan fascinante como la anterior, el control de la cronometría y de la reserva de marcha, ya sea esta de 3, 6, 9 o 10 días. Una vez leído el chip asociado a cada mecanismo, la maquinaria procede a su remonte, ya sea manual o automático, y se disponen en ella en un orden lógico para proceder a su control en las seis posiciones. Según nos comentaron, aproximadamente un 10% de los movimientos no pasan el control al sobrepasar una desviación de -3/+6 segundos por día, por lo que se envían de nuevo al taller para reajustar su órgano regulador antes de pasar de nuevo el test.
Ahora ya disponemos de todos los componentes que forman parte del reloj, ya sean de producción interna, o procedente de proveedores externos. Entre éstos se encuentran las ya citadas cajas, cristales y correas, a las que caben unir agujas, esferas y hebillas. El aguillage, tal como ya se intuye, es el procedimiento de situar las manecillas en la esfera, mientras que el emboîtage es el encajado y fijación del calibre en el interior de la caja, a la que ya se le ha unido anteriormente el cristal, y finalmente, roscar la trasera.
El estricto control de calidad que comenzó con las pruebas realizadas en el taller de homologación continúa durante la producción y transversalmente en cada etapa sucesiva, hasta llegar a este punto en que tenemos el reloj montado y operativo, donde se somete a una nueva tanda de pruebas, que garantizan la fiabilidad y calidad del producto antes de su lanzamiento al mercado.
Todos los relojes Panerai deben tener una hermeticidad superior al 25 % de los límites declarados oficialmente. Estas pruebas simulan diversas situaciones: presión del aire, baja presión de agua durante un tiempo prolongado y alta presión. Entre los estrictos estándares de las pruebas de Panerai también se incluye la prueba de la “gota de agua”, que puede parecer más sencilla que las pruebas realizadas con maquinaria sofisticada pero que, en realidad, es muy reveladora: se realiza calentando la caja y colocando una gota de agua fría o un elemento externo frío en la superficie del cristal que protege la esfera. De esta forma, se comprueba que no se forman áreas de humedad dentro de la propia caja, o sea, condensación.
El funcionamiento del movimiento se garantiza mediante una serie de controles realizados internamente por el CTMP (Contrôle Technique des Montres Panerai), y a través de la certificación externa Chronofiable. Este test, desarrollado a principios de los años 80 por el CCF y llevado a cabo desde 1985 por el Laboratorio Dubois, fue concebido para exponer los relojes a una prueba de simulación de envejecimiento acelerado de más de 21 días, el equivalente a la utilización del reloj en la muñeca del usuario durante seis meses. Esto se logra mediante la ejecución de una larga serie de pruebas tales como el seguimiento inicial de las funciones del movimiento, marcha, amplitud tomada en dos niveles de temperatura (0 ° C y 50 ° C), el control de la reserva de marcha y la velocidad del bobinado del remonte en el caso de los calibres automáticos.
Se incluyen tests de aceleraciones lineales y angulares, con más de 20.000 impactos entre 250 y 5.500 m/s², así como diversas pruebas para garantizar un funcionamiento preciso en presencia de campos magnéticos de intensidad media (4.800 A/m) o de muy alta intensidad (40.000 A/m) en el caso de los modelos con una caja interna realizada con hierro dulce, como el Luminor Submersible 1950 Amagnetic. El último paso es la fase final de monitorizado con la aplicación de los mismos elementos de control que durante el monitorizado inicial.
Finalmente, se procede a montar los brazaletes o armis, justo antes de pasar al último proceso de control estético y funcional.
Servicio postventa
En la Manufactura de Panerai existe un departamento que es de gran importancia para los clientes: el Servicio Posventa, el imprescindible taller al que se envían los relojes para su mantenimiento, ajuste o reparación. Una vez recibido el guardatiempo, los técnicos realizan un presupuesto de la reparación fuera de garantía para, una vez aprobado, repararlo para ser devuelto a su propietario en un plazo máximo de cuatro semanas. Todos los relojeros que trabajan en este departamento, así como todos los que trabajan en los centros de servicio Panerai ubicados en todo el mundo, para poder facilitar a los clientes una respuesta inmediata, han recibido una formación especial impartida bien por maestros relojeros que trabajan en el ultra moderno centro de formación de la Manufactura de Neuchâtel o bien localmente. Como cabía esperar vista la delicadeza del asunto, este departamento es el único centro que puede facilitar asistencia técnica en el caso de los relojes vintage de Panerai y en el caso de los relojes con complejidades más sofisticadas o innovadoras.
Jugando a relojero
Si hasta ahora la visita había transcurrido sin sorpresas, Panerai se guardaba una de divertida para el final. Al entrar en una luminosa sala ubicada en la tercera planta, nos aguardaban varias mesas de relojero perfectamente preparadas para nosotros en una Master Class sobre el desmontaje y montaje de un calibre Panerai, concretamente un P.2003/10, el extraordinario movimiento automático esqueletizado que implementa las funciones de horas, minutos, segundero pequeño, fecha, GMT, indicador de reserva de marcha y puesta a cero del segundero, todo ello unido a una reserva de marcha de ni más ni menos que de diez días gracias a sus tres barriletes.
Sentado al final del aula como los niños malos, sobre la ergonómica mesa tenía los destornilladores, pinzas y lupas necesarias para este menester, junto a una gran pantalla en la que nuestro joven “profesor” nos iba indicando las diferentes operaciones a realizar. Además de la`pericia y pulso necesario para llevarlas a cabo, de nuevo constaté lo difícil que resulta si tienes, como es mi caso, manos tamaño XXL. A pesar de ello, y gracias a ciertas “trampas” (fotografié todos los pasos, lo que facilitó el montaje posterior), fui el único del grupo que logré montarlo de nuevo antes de que, por cuestiones logísticas, abandonáramos la sala. Por suerte, teníamos a nuestra disposición tornillería supletoria de sobras, porque unos cuantos de los originales se perdieron por el suelo después de saltar alegremente sin nuestro consentimiento. En las imágenes podéis observar el minúsculo tamaño de uno de ellos en mi mano, y en otra el áncora. Simplemente, diabólico.
Pensamientos…
Una vez concluida la visita, permitidme algunas reflexiones personales. Me resulta evidente que, además de sus bondades relojeras, la explosión de la fiebre paneristi ha sido una de las claves que ha llevado en volandas a Panerai durante la década pasada. Todavía recuerdo cuando compré mi primer PAM111, y entré en el incipiente mundillo Paneristi de la mano del añorado Mundo Panerai, el fantástico website fundado y dirigido por el que ahora es uno de mis socios, Enric Moliné. En esa época, nos conocíamos de memoria casi todas las referencias: un 212, el 210, un 024, el 117, el 005… y gastábamos una insensata cantidad de dinero en correas con las que personalizábamos nuestros relojes. Eran los años de los movimientos OP de origen ETA, de los precios de entrada por debajo de los 3.000 €, y de las reuniones paneristis que, al mismo tiempo que saciábamos nuestros estómagos, procedíamos a la esperada compra-venta e intercambio de correas. ¿Porqué este fenómeno?. Panerai ofrecía una alternativa diferente a la relojería tradicional gracias a su contundente y particular diseño de estética austera, unido al icónico protector de corona y ligado a su apasionante historia militar con la Marina italiana, que le confería una personalidad y atractivo totalmente magnético. Si a ello le unimos el empuje mediático gracias a Silvester Stallone y la explosión de internet, tenemos ya todos los ingredientes para la tormenta perfecta.
En un breve espacio de tiempo, Panerai ha evolucionado hasta convertirse en una de las firmas relojeras más importantes y reconocidas del mundo. En los 23 años de su etapa comercial, ha conocido dos manufacturas, y ha sido capaz de diseñar un número increíble de calibres propios, construir un amplísimo catálogo, investigar con nuevos materiales e implementar multitud de complicaciones. Pero no le ha salido gratis, porque en este crecimiento se ha dejado por el camino parte de su encanto y embrujo inicial.
A pesar de ello, reconozco que esta idea es fruto de mi vena paneristi, porque, objetivamente, los relojes actuales son mejores es muchos aspectos, pero una cosa es la racionalidad de nuestra cabeza, y otra lo que dicta el corazón. Esta evolución conlleva que los límites de la marca se difuminen, porque… ¿alguien habría pensado en que veríamos un Panerai repetición de minutos?, ¿o una nueva caja que hace gala de un mínimo grosor cuando siempre se ha caracterizado por su tamaño y espesor?. Los límites están para romperse, y gracias a la nueva Manufactura, Panerai tiene las herramientas para avanzar más allá de los rígidos contornos a los que normalmente la circunscribimos, dispuesta a entrar en terreno inexplorado, y alejándose cada vez más de aquellos orígenes que tanto añoramos unos cuantos nostálgicos.
No podía concluir este artículo sin felicitar a todo el staff de Panerai por la impecable atención recibida, y especialmente dar las gracias a Eva Sigüenza, la verdadera alma mater de este viaje, por la impecable organización y sus desvelos en aras de nuestra comodidad. ¡Gracias!.
P.d. No os perdáis el siguiente vídeo