Patek Philippe Nautilus: <br>hijo pródigo de los años 70, objeto de culto del siglo XXI
Patek Philippe Nautilus: hijo pródigo de los años 70, objeto de culto del siglo XXI. La historia de uno de los relojes más legendarios del siglo XX.
Durante siglos, las grandes firmas habían competido por crear nuevas complicaciones, o por implementar varias de ellas en un reloj de pulsera. La precisión también había sido un importante caballo de batalla y de marketing, enfrentándose en los diversos concursos de cronometría con el fin de acumular galardones y atraer con ellos a nuevos clientes. No podemos olvidar tampoco el constante perfeccionamiento de los acabados de cada una de las piezas del reloj, uno de los aspectos que diferencian a los grandes de los no tan grandes.
Pero lo que ocurrió en 1972, de la mano del diseñador Gerald Genta, no tuvo nada que ver con esto. No fue una innovación técnica ni una mejora en procesos o calidades. Fue un cambio radical de concepto en lo que que sería a partir de entonces el reloj de pulsera: El reloj de lujo diseñado para ser utilizado en casi cualquier ocasión sin riesgo de ser dañado. Este camino ya iniciado años antes por Rolex con su Submariner, pero Patek Philippe, Audemars Piguet y Vacheron Constantin, el triunvirato que había reinado durante siglos la Alta Relojería, se mantenía inamovible, centrado en perfeccionar sus relojes de oro con pulsera de piel.
Cuando en 1972 Audemars Piguet recurrió a Gerald Genta para diseñar el primer Royal Oak, ni la misma empresa era consciente del fenómeno que acababa de iniciar. Supongo que la clave del éxito se debió a una mezcla de intuición y de observación del entorno. La Alta Sociedad, los clientes naturales de estas marcas, estaba cambiando su modo de vida de forma radical. Ya se estaba convirtiendo en habitual, incluso en moda, que los personajes de alcurnia practicaran regularmente el deporte y las actividades de aventura, unas actividades nada recomendables para los delicados relojes de oro y sus correas de aligator. Casi se puede afirmar que el primer Royal Oak “Jumbo” fue un reloj experimental, lanzado inicialmente en una serie muy corta para prevenir un posible rechazo de los clientes habituales de la marca. inesperadamente se produjo el fenómeno contrario y no solo estos clientes “de toda la vida”, sino un gran número de nuevos compradores convirtieron al Royal Oak en objeto de deseo y de prestigio.
¿En que consistía este cambio tan radical de concepto?. Se podría resumir en tres términos: acero, pulsera integrada y hermeticidad. Hasta la fecha, salvo alguna rara y corta edición especial, ninguna de las grandes marcas había utilizado en sus relojes metales que no fueran nobles, y el acero quedaba relegado para firmas de producción menos artesanal y exquisita. El problema es que estos metales nobles se caracterizan por su escasa dureza, indefensos ante los impactos y roces inevitables en la práctica de ciertas actividades. La pulsera de piel, a pesar de su gran elegancia, se deteriora y llega a partirse, originando con ello la caída y daño del reloj, o aun peor, su pérdida. En cuanto a la hermeticidad, la mayoría de relojes de lujo eran simplemente “resistentes a la humedad” o como mucho alcanzaban los 3 bares.
El nuevo Royal Oak estaba realizado íntegramente en acero. Su pulsera, también en acero, ya no era un accesorio de la caja, sino que estaba diseñada para ser totalmente integrada en ella. Finalmente, su hermeticidad alcanzaba uno eficientes 5 bares.
Patek Philippe, el rey entre reyes, no podía quedarse mucho tiempo cruzado de brazos. No solo era una cuestión de negocio, sino que su prestigio podía verse afectado. Incluso su inmaculada imagen, clásica pero innovadora, podía quedar relegada al peligroso concepto de “demodé”. Pero la decisión no era fácil. Patek Philippe no podía limitarse a copiar el Royal Oak, aunque tampoco podía alejarse mucho de un concepto y diseño que había triunfado de forma tan espectacular. La respuesta fue la más pragmática posible.
Patek Philippe recurrió a Gerald Genta, el mismo diseñador que había creado el Royal Oak. Creó un reloj que también era de acero, también constaba de una pulsera metálica integrada y también alcanzaba unos niveles de hermeticidad superiores a lo habitual en relojes de lujo. Incluso la forma de su bisel también huía de la típica forma redonda para seguir la geometría octogonal del Royal Oak. La diferencia, es que Patek Philippe llevo estos cuatro conceptos a niveles mucho más extremos y complejos. Así nació el legendario Nautilus, cuya primera referencia fue 3700/1A.
La caja del primer Nautilus medía 42 mm de diámetro por 7,60 mm de grosor. Solo con estas dos cifras ya se había alcanzado el primer objetivo. Un reloj más grande de lo habitual, pero que mantenía el escaso grosor de sus hermanos clásicos de oro.
La consecuencia de ello a nivel práctico y estético, es un reloj con bisel más grueso, que mantiene la legibilidad y que gracias a su finura no pierde la elegancia inherente a cualquier Patek Philippe. Pero estos logros no se alejaban de los conseguidos por Audemars Piguet con su Royal Oak. Había que hacer algo más y aquí es donde Patek Philippe puso toda la carne en el asador.
Las orejas del Nautilus
El Royal Oak recurrió al clásico diseño de caja en tres partes: bisel, carrura y fondo. La innovación técnica consistió en la forma de unir estas tres piezas. En lugar de sellarlas a presión o a rosca, los dos métodos conocidos hasta la época, Audemars Piguet utilizó unos largos tornillos que desde el bisel hasta el fondo atravesaban las tres piezas y las unían fuertemente. La innovación estética consistió en su bisel de forma octogonal y especialmente en las cabezas visibles de los tornillos que de el partían. Dos elementos que ya forman parte de su identidad.
La caja del Nautilus no fue una evolución sino una auténtica revolución de diseño e ingeniería. Partiendo de la finalidad básica de obtener una gran hermeticidad con poco grosor, Patek Philippe realizó un ejercicio de lógica de lo más simple y eficaz. La lógica dice que cuantos más elementos hay que unir, más puntos débiles hay que inmunizar del agua. Por tanto, la solución no puede ser más obvia y revolucionaria: crear una caja formada por tan solo dos elementos. Así la caja del primer Nautilus 3700/1A, carecía de fondo separado y por tanto solo constaba de una carrura de una sola pieza con el fondo integrado y del bisel. Esta solución planteaba un segundo problema, que era el ensamblaje del mecanismo dentro de la caja de la forma más eficiente posible. Esta operación que siempre se realizaba extrayendo el fondo del reloj ya no era posible, pues este elemento no existía.
Aquí es donde Patek Philippe y Gerald Genta encuentran una solución única y exclusiva, incluso hoy en día: un bisel que está unido a la caja mediante bisagras, permitiendo su liberación y fijación de forma ultra-rápida y eficiente. Ello también implica un cambio radical en el diseño, ya que forzosamente estas bisagras requieren de unos salientes que las alberguen, dando origen a las famosas “orejas” que se han convertido en el símbolo icónico del diseño del Nautilus. Nunca antes un nuevo concepto había conseguido tal éxito y notoriedad, tanto a nivel técnico como a la vez estético. Este particular diseño también origina cierta confusión entre las personas no muy introducidas en las particularidades del Nautilus, ya que sus dimensiones son “relativas”. Cuando decimos que su diámetro es de 42 mm, nos estamos refiriendo a una medición entre las 3 y las 9, que incluye las mencionadas orejas. Por contra, si medimos la caja del Nautilus entre las 12 y las 6, sus diámetro es de tan solo 38 mm. Este es un hecho muy a tener en cuenta para quienes puedan pensar que los “falsos” 42 mm son excesivos para un reloj que quiera mantener su elegancia.
Ya se había conseguido el primer objetivo, una caja que a pesar de utilizar el mismo material que el Royal Oak, comportaba un diseño mucho más avanzado. El Patek Philippe Nautilus también conseguía el objetivo inicial de este cambio de concepto tan radical: una hermeticidad de nada menos que 12 bares, casi tres veces superior a la del Royal Oak.
Pero aun faltaba el bisel, un elemento que desde el punto de vista estético es el más notorio y relevante de un reloj de este tipo. Si no nos fijamos demasiado, puede darnos la impresión de que el bisel octogonal es una copia del Royal Oak, algo por otra parte lógico teniendo en cuenta que ambos relojes los diseñó el mismo genio. Pero si nos adentramos en su geometría, veremos que el Nautilus lleva el diseño octogonal hasta el extremo. Mientras el bisel del Royal Oak es octogonal en su parte externa y circular en la interna, el del Nautilus es octogonal en ambas. Ello requiere que tanto el mecanizado del bisel como del cristal y de la junta hermética sean perfectos, ya que de lo contrario la hermeticidad tan duramente conseguida se iría al traste. Esta complejidad es probablemente una de las causas de la reducida producción del Nautilus.
La esfera cambiante
Otro elemento crucial en un reloj de este tipo es su esfera. Al igual que el resto de elementos que lo conforman debe ser fácilmente legible, y además mantener la elegancia inherente a cualquier reloj firmado por Patek Philippe.
El principio básico de la legibilidad es el contraste entre las indicaciones y el fondo. Fiel a esta norma, el Nautilus utiliza unos índices aplicados sobre fondo oscuro. Estos índices, realizados en oro, son de forma rectangular y muy estilizados, pero lo suficientemente anchos para albergar la materia luminiscente que los hará visibles en la oscuridad. Las agujas siguen exactamente la misma pauta, con un grosor idéntico al de los índices horarios. De este modo ya se ha logrado un conjunto de gran visibilidad y armonía estética.
La única inscripción que encontramos en la esfera, ubicada y centrada a las 12 horas, es la marca PATEK PHILIPPE con el término GENEVE inmediatamente debajo de ella. La tipografía es discreta y recurre al color blanco para contrastar con el fondo. Muy acertadamente, Patek Philippe omite el término “automatic” tan en boga en esa época. El propietario de un Nautilus no necesita ningún absurdo recordatorio del tipo de carga de su reloj.
El conjunto de todos estos elementos ya ha conseguido el objetivo inicial de facilidad de lectura y discreción. Pero faltaba el detalle que además le confiriera ese punto de elegancia y distinción que hace de un Patek Philippe Nautilius un reloj realmente camaleónico en su versatilidad. Y la solución fue ciertamente camaleónica, eligiendo un fondo de esfera que varía su tonalidad en función del ángulo de incidencia de la luz que refleja. Es evidente que el tono básico de la esfera del Nautilus es azul, pero si giramos lentamente la muñeca, veremos que este azul varía su intensidad e incluso parece gris en función del ángulo de visión adoptado. Además, este fondo no es liso, sino que consta de una estrías horizontales que probablemente son las culpables de su cambio de tonalidad.
Este relieve de la esfera es precisamente el que condiciona el diseño de la única función que quedaba por implementar: el fechador. Una de las críticas de algunos perfeccionistas ha sido que el fondo blanco del fechador no coincide con el color de la esfera, pero el relieve de esta lo hace imposible. La primera dificultad sería elaborar un disco fechador con las misma estrías de la esfera, y que estas se alinearan a la perfección en todas y cada una de sus posiciones. Aunque de gran dificultad, seguro que Patek Philippe hubiera sido capaz de lograrlo, pero ello comportaba dos inconvenientes insalvables. Por una parte, de forma inevitable, el disco del fechador queda a un nivel inferior al de la esfera, con lo que la incidencia de la luz difiere y por tanto los cambios de tonalidad no coincidirían. Por otra, la aplicación de las estrías implicaría un relieve que a su vez incrementaría el grosor del disco, obligando a un aumento del grosor general de la caja del reloj.
El grosor es probablemente la palabra clave que distingue al Nautilus y al Royal Oak de los mucho relojes deportivos que ya existían en la época. Si analizamos todos los puntos que hemos descrito hasta el momento, veremos que este es el elemento clave del diseño de todos ellos. Realizar un reloj robusto y hermético es fácil, pero que al mismo tiempo sea elegante implica que este sea lo más fino posible, y aquí radica su extraordinaria dificultad, tanto de concepto como de implementación. La prueba de ello, es que incluso hoy en día no existe un solo reloj que se acerque al ratio hemeticidad/grosor del Nautilus.
La pulsera del Nautilus
Este último elemento externo de un reloj de estas características es el que puede afinar el conjunto o dar al traste con todo lo conseguido. Su integración visual y estética con la caja debe ser armoniosa y dar una imagen de continuidad. La clave de todo ello es la forma de unir los distintos eslabones que conforman la pulsera. Una vez más, la precocidad de Royal Oak limitaba las posibilidades, ya que de ningún modo se podía “copiar” su diseño.
Mientras el Royal Oak utiliza dos pequeñas piezas ligeramente verticales para unir cada uno de sus eslabones horizontales, el Nautilus recurre a una sola pieza de unión de geometría también horizontal. Al estar la pieza de unión centrada, permite un cierto juego de la pulsera con respecto a la caja del reloj, lo que incrementa ligeramente su flexibilidad y su adaptación transversal a la muñeca de su portador.
Otro elemento diferenciador es el acabado de los elementos de acero de la pulsera. A los eslabones, al igual que para la caja, se les aplica un acabado satinado, muy acorde con un reloj deportivo. Por contra, las piezas de unión son totalmente pulidas. Esta misma solución de contraste de acabados, la podemos observar en el canto del bisel y de la misma carrura, todos ellos también pulidos. El conjunto resultante es un reloj en el que predomina el acero satinado, pero que cuenta en cada una de sus piezas con pequeños detalles pulidos. Una vez más, todo enfocado a conseguir el difícil objetivo de aunar deportividad y distinción, dos características antagónicas que el Nautilus consigue armonizar.
El motor del Nautilus
Algo solo conocido por los más iniciados en este mundo de la Alta Relojería, es el origen del calibre que motoriza el primer Patek Philippe Nautilus. Probablemente pueda escandalizar a los más fanáticos del erroneo concepto actual de “manufactura”, pero ha sido la verdadera realidad durante siglos de Alta Relojería.
El calibre 28-255 C que utilizaba el Nautilus 3700/1A de 1976, probablemente el más legendario de todos los relojes existentes, estaba fabricado por Jaeger-LeCoultre. Que nadie se ponga las manos en la cabeza, porque la base de ese mismo calibre, el Jaeger-LeCoultre 920, es la misma que utilizaba Audemars Piguet en su Royal Oak y Vacheron Constantin en su Overseas. En el caso de Audemars el calibre final se denomina 2120 y en el caso de Vacheron 1120.
El origen de compartir un mismo calibre, realizado externamente, por parte de los tres grandes, es un tanto confuso ya que existen diversas versiones. La más fiable es que las tres grandes manufacturas unieron fuerzas para financiar el desarrollo de un calibre que a la vez fuera muy robusto y muy plano. Para ello recurrieron a una manufactura histórica como es Jaeger-LeCoultre, especialista en la elaboración de dicho tipo de mecanismo.
Este calibre de base, denominado 920, jamás ha sido utilizado por Jaeger en sus relojes ya que el acuerdo comportaba la exclusividad para los que realizaron el encargo. Una vez entregado el mecanismo, cada uno de los tres realizaba sus pequeñas modificaciones y sus propios acabados y decoraciones, pero el esquema y su base técnica se mantenía inalterada.
Años más tarde, Patek lo reemplaza por su propio calibre 315 SC, pero Audemars Piguet lo sigue utilizando incluso hoy en día en el Royal Oak 15202, curiosamente mucho más caro que el 15300 que equipa su propio calibre. Este calibre automático oscila a una frecuencia de 21.600 alternancias por hora y utiliza un volante de inercia variable que se regula mediante cabezas perdidas, lo que en Patek Philippe se denomina sistema Gyromax.
La carrura solidaria con el fondo de la caja del Nautilus impedía ver su mecanismo, algo que luego cambió en sus distintas evoluciones. Esta interesante evolucion del Patek Philippe Nautilus de 1976, hasta llegar a la amplia variedad de hoy en día, la dejamos para la segunda parte del artículo sobre este reloj Legendario.
PARTE 2 – Patek Philippe Nautilus: la evolución, de 1976 a 2012