Continuando con esta serie de dos artículos dedicados al cronógrafo, avanzamos la historia hasta principios de siglo, unos años claves en la relojería porque en ellos se dio el salto desde el reloj de bolsillo al reloj de pulsera. Si en 1816 es el año en que se inventó el cronógrafo, no es hasta casi cien años después cuando esta complicación es miniaturizada e implementada en los guardatiempos de muñeca.
Poco después, en 1915, Breitling produjo su propia versión. ¿Y porqué introduzco aquí a Breitling si no supuso ninguna novedad técnica en su momento?. Porque, aunque no inventaron el primer cronógrafo de reloj de pulsera, sí inventaron en 1934 el primer reloj de pulsera con cronógrafo de dos pulsadores. Como vemos, pasaron casi veinte años antes de dar ese paso, pero hemos de tener en cuenta un problema con el que se enfrentaban: frenar el paso de agua y polvo hacia el interior del mecanismo, algo que el agujero adicional de un segundo pulsador hacía inviable debido a que en esa época todavía no existían tecnologías para fabricar juntas estancas Fijaos ademas que, generalmente, los fabricantes aprovechaban la corona para integrar el único pulsador.
Breitling se refiere a su innovación de 1934 como un «pulsador de retorno a cero de los segundos». La idea aquí era que, en lugar de tener un solo pulsador para iniciar, detener y luego restablecer el cronógrafo, se utilizarían dos pulsadores. En este diseño, se usa un pulsador para iniciar o detener el cronógrafo, y el otro pulsador se utiliza para restablecer el cronógrafo a la posición cero. El reinicio con este sistema solo se puede hacer cuando la función del cronógrafo está detenida.
Una innovación posterior conocida como cronógrafo flyback agregó la funcionalidad que permite restablecerlo instantáneamente mientras está en funcionamiento, una útil función para aquellos que buscan cronometrar eventos en rápida sucesión. Aparentemente, también fue Breitling quien lo inventó en 1923, pero no está claro si era o no un reloj de pulsera. Longines, sin embargo, fue el primero en patentar el concepto, lo que le permitió lanzar el primer reloj cronógrafo flyback en 1936.
Por último, no debemos olvidarnos del rattrapante o cronógrafo de «fracción de segundo». Esta poco usual complicación difícil de ensamblar agrega otro pulsador destinado a controlar el inicio y el restablecimiento de una segunda manecilla de segundos. En reposo, esta manecilla adicional se «esconde» debajo de la manecilla de segundos del cronógrafo principal. Cuando se activa, esta se detiene en tanto que la de segundos sigue su curso. Una vez realizada la lectura se activa de nuevo el pulsador y la rattrapante realiza un salto instantáneo para alcanzar a la aguja de los segundos.
Sin embargo, esta complicación se remonta a los relojes de bolsillo del siglo XIX. Louis-Frédéric Perrelet diseñó en 1827 un reloj con dos segunderos: uno de ellos se podía parar en cualquier momento y, al presionar nuevamente el pulsador, avanzaba hasta el lugar que habría alcanzado si no se lo hubiera parado. Es el predecesor del cronógrafo rattrapante
En definitiva, podemos afirmar que si bien los cronógrafos monopulsantes pueden tener una elegancia y un valor histórico reconocibles, son mecanismos más básicos y menos funcionales en comparación con los de dos pulsadores ahora estandarizados. Pero teniendo en cuenta que el cronógrafo de dos pulsadores es tan común, para mí tiene sentido que las marcas comercialicen un monopulsante como algo especial y hasta cierto punto romántico, un homenaje a la historia. Y cierto, menos flexible pero no por ello peor en cuanto a su precisión, calidad técnica o belleza. Y sino, podéis admirar este precioso calibre monopulsante de Montblanc: el Minerva MB M13.21.