La gran polémica saltó cuando Nicolas Hayek decidió que ya no quería ser el proveedor principal de piezas para los vecinos del sector. La primera noticia sobre sus intenciones salió a la luz el 2004, cuando dejó claro que su grupo quería frenar la oferta de ébauches a otras empresas a partir de 2006.
La Comisión de la Competencia (ComCo) lo frenó en seco y le obligó a mantener su oferta de dichas piezas hasta finales de 2010. Swatch aceptó, pero renovó la embestida en las Navidades de 2009. Seis meses antes de su muerte, Nicolas Hayek manifestó la intención de que su grupo frenara la venta de microcomponentes -como agujas, cajas o mecanismos de medición del tiempo- a terceros. Se quejó de que su grupo era utilizando como supermercado de la competencia, que compraba piezas en Swatch, pero le denunciaba de forma recurrente ante las autoridades pese al esfuerzo que el grupo hacía por ofrecer piezas de alta calidad a precios competitivos.
A finales del 2011, el Tribunal Administrativo Federal (TAF) anunció su rechazo al recurso interpuesto por nueve empresas relojeras suizas contra la determinación de Swatch de reducir su oferta de piezas para terceros. La posición de grupo de Biel es sensible porque este 2012 fabricaría el 70% de movimientos internos que necesita el sector relojero helvético para su producción anual, por lo que un recorte unilateral de los suministros pondría en jaque a la industriaAsí pues, Swatch recibió luz verde para reducir parcialmente su oferta de movimientos mecánicos y combinaciones a partir del 1 de enero de 2012. El anuncio de TAF se produce mientras sigue la investigación de Comco, cuya resolución se espera para la segunda mitad de 2012.
Las consecuencias de todo estos movimientos del grupo Swatch, han sido ya previstas por sus principales competidores, que han ido buscando alternativas mediante alianzas, inversiones y adquisiciones. La verticalización y el control de producción se han ido intensificando en los últimos tiempos. Por ejemplo, Panerai, perteneciente a Richemond, amplía sus instalaciones de Neuchâtel, y dentro del grupo LVMH, TAG Heuer construye la nueva manufactura de Chevenez al mismo tiempo que se alía con Seiko para la creación del calibre cronógrafo 1887, sobre todo tras perder la continuidad del suministro de espirales por parte de Nivarox, perteneciente, como no, a Swatch Group.
Además, otra importante empresa japonesa, Citizen, también entra en escena al adquirir el pasado mes de marzo La Joux-Perret. Concretamente, ha comprado por 64,6 millones de francos suizos el 100% del holding Prothor, que, además de La Joux-Perret, comprende empresas como Prototec, fabricante de componentes, o la firma Arnold & Son. Con esta adquisición, a Citizen se le abre la posibilidad de fabricar relojes «Swiss Made», y, gracias a Prototec, convertirse en una alternativa real al suministro de componentes ETA.
Este desembarco de Seiko y Citizen en sectores estratégicos del sistema de producción de la relojería suiza, preocupa profundamente al sector. Su dependencia a la importación de componentes se ha incrementado en los últimos años. Por ello, uno de los intereses de las marcas es preservar la mayoría de los productivos del sector dentro del territorio suizo. ¿Cómo?, pues mediante el endurecimiento de los requisitos para poseer el sello «Swiss Made», pasando del 50% actual al 60% que será necesario acreditar dentro de poco. La Federación de la Industria relojera Suiza, que agrupa alguno de los fabricantes más poderosos, pide que el porcentaje suba hasta el 80%. Evidentemente, hay posturas encontradas a favor o en contra, según les sople el viento.
Otra batalla paralela es la que deben librar las pequeñas firmas independientes, luchando en un panorama que se presenta plagado de grupos internacionales cada vez más verticalizados. Veremos cuántos de ellos consiguen mantener su independencia y cuántos se verán forzados a unirse a alguno de ellos para evitar su desaparición.
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