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Como es habitual en Cartier, sus novedades en el salón ginebrino SIHH abarcan un amplio espectro de relojes: masculinos, femeninos, elegantes, complicados, deportivos… pero los que más me han llamado la atención son sus relojes «misteriosos».

Dentro de este muy peculiar tipo de reloj, Cartier nos ha presentado dos modelos, uno con la complicación de tourbillon y otro de corte elegante y simple, con solo la indicación de las horas y los minutos: el Rotonde de Cartier Mystérieuse, que es el objeto de este análisis. Lo de simple es aparente y engañoso, ya que este reloj misterioso comporta la complicación añadida de aparentar que sus agujas floten en el vacío.

Esta curiosa complicación no es nueva, de hecho fue precisamente Cartier quien en colaboración con el relojero Maurice Couet conciben el reloj misterioso. La primera de estas piezas, un reloj de mesa, vio la luz en el año 1912 y se le denominó Modelo A.

Con el tiempo, a este reloj se le aplican diversos perfeccionamientos, dando lugar al denominado «eje central» y a otros relojes misteriosos que aunque evolucionados mantienen la denominación de Modelo A, como es el caso del esbozo de la imagen de la izquierda, perteneciente al estudio de creación de un A del año 1929.

No os extrañe mi calificativo de complicación a esta peculiaridad, pues no todas las complicaciones relojeras implican una función o indicación. Así, tenemos por ejemplo el tourbillon que no nos añade ninguna indicación adicional, pero optimiza la cronometría del reloj. Tenemos complicaciones que afectan al tamaño del reloj, como es el caso de los ultra-planos. Pero también tenemos complicaciones que afectan a la estética del reloj, como es este caso. Lo que de hecho define cualquier complicación es que requiere de un mecanismo atípico o adicional en su movimiento, como ocurre con este Rotonde Mystérieuse .

Si hay un  tipo de reloj al que las imágenes no hacen justicia, es sin duda el misterioso, pero esto no tienen solución y tendréis que jugar con la imaginación. En la imagen de cabecera apreciareis la aguja de las horas y la de los minutos, que mediante su eje parecen actuar sobre un fondo negro, pero esto no es así. Vemos el fondo negro porque es el color de fondo de la imagen. En la imagen superior, realizada durante el SIHH, lo vemos blanco por el mismo motivo y si este fondo fuera de cualquier otro color, así lo veríamos. Si estuviese ceñido a nuestra muñeca, lo que veríamos detrás de las agujas es nuestra piel. Y esto ocurre tanto si miramos el reloj por su anverso como por su reverso. En definitiva, es totalmente trasparente, lo cual produce el asombroso efecto de flotabilidad ingrávida de las agujas.

Resumiendo, este Rotonde Mystérieuse nos ofrece una zona totalmente transparente en su esfera en la que vemos girar las dos agujas sin ninguna conexión mecánica con el resto del movimiento, lo cual es físicamente imposible. Para que algo se mueva necesita inevitablemente recibir energía y por ello debe estar conectado al mecanismo que se la proporciona. Aquí reside el origen del término misterioso, pues parece que Cartier ha logrado traspasar estas leyes de la física construyendo un reloj mágico.

Evidentemente, esto no es así y detrás de este milagro hay una especie de truco de prestidigitador, que siempre se basa en distraer la atención del observador. Como también es habitual en los espectáculos de magia, la explicación suele ser más simple de lo que parece.

Cuando tenemos este Rotonde Mystérieuse en nuestra manos empezaremos a pensar inevitablemente en campos magnéticos o transmisiones de energía futuristas para explicar la falta de conexión mecánica de las agujas con el resto del mecanismo. Ello se debe a que partimos de una premisa errónea dado que nuestra vista nos indica que no hay conexión física alguna entre ambos elementos. Pero nuestra vista nos engaña. Sí hay conexión física, pero no se ve.

El «truco»consiste en montar el eje de las agujas sobre un disco transparente de cristal de zafiro, del cual vemos su mayor parte, pero no toda. La parte que no vemos, el perímetro de dicho disco, está dentado y engrana con el tren de rodaje del movimiento. Cartier ha cuidado muy bien de que dichos dientes no sean visibles ni a través de la esfera ni a través del fondo del reloj. En el primer caso, ofreciendo una abertura de diámetro menor que el diámetros de la rueda dentada de cristal de zafiro. En el segundo, en el reverso del reloj, lo logra escondiendo los dientes bajo el puente que soporta el disco.

Si analizamos la imagen vertical superior, veremos el típico esquema de cualquier reloj mecánico. Un barrilete (ubicado aproximadamente a las 11) que engrana con el tren de rodaje, al final de cuyo recorrido proporciona energía al volante mediante el áncora. Pero además de estos tres grupos básicos de elementos mecánicos, también veremos un puente adicional, justo entre el puente del tren de rodaje y el puente del volante, que soporta una rueda cuyo extremo desaparece justo debajo del gran puente que alberga el disco de cristal de zafiro. Justo en ese punto es donde engranan los dientes de ambas ruedas.

Parece pues relativamente simple la solución para obtener un reloj misterioso, pero una vez más, las apariencias engañan. y a estas alturas ya habréis adivinado un fallo en esta explicación. Si solo se tratara de lo que arriba he descrito, conseguiríamos que el disco de cristal de zafiro girara, pero entonces los harían las dos agujas simultaneamente, en el mismo sentido y a la misma velocidad, lo cual tiene poco que ver con una indicación horaria. La solución real al problema consiste en emplear no uno sino dos discos superpuestos de cristal. Cada uno de ellos alberga una aguja y giran de forma independiente con la misma sincronía que un reloj convencional, uno con la velocidad habitual de la aguja horaria y el otro de la minutera.

El micro-mecanismo que consigue accionar los dos discos queda oculto y excede mis conocimientos técnicos sobre relojería mecánica, por tanto, y sin que sirva de precedente, cito textualmente la explicación que nos da Cartier:

«Para engendrar un reloj de pulsera misterioso, los relojeros de la Manufactura Cartier han tenido que encontrar soluciones para todas las restricciones inherentes a la creación de una presentación con manecillas donde la conexión con el movimiento es estrictamente invisible. Así pues, para limitar el rozamiento entre los discos de zafiro, se decidió hacerlos girar sobre finos pivotes, como hacen las ruedas de engranaje, en lugar de hacerlos girar en una garganta de guía, como suele hacerse tradicionalmente en los relojes misteriosos.

Esta nueva concepción, que se funde con el cañón de la manecilla, evita los roces y limita el consumo energético del movimiento. Una vez reducido el rozamiento al mínimo, hubo que optimizar la inercia de estos grandes discos de zafiro de solo 0,56 g gracias a un rodaje periférico realizado con la ayuda de la tecnología DRIE (Deep Reactive Ion Etching). Este método de vanguardia permite realizar las partes metálicas mediante crecimiento de materia tridimensional y, por lo tanto, obtener un rodaje de una gran precisión de concentricidad que se une con el disco de zafiro. La perfecta geometría de este conjunto se mide en micrones.»

Esta es pues la respuesta de Cartier al «misterio», que además nos narra la dificultad añadida del gran consume de energía que requiere el movimiento de dos discos de zafiro de estas dimensiones. El resultado de toda esta ingeniería micro-mecánica es el Calibre 9981 MC. Su carga es manual y oscila a una frecuencia de 28.800 alternancias por hora, que a pesar de las dificultades técnicas descritas consigue mantener una reserva de marcha de 48 horas.

Dejando ya aparte aspectos técnicos, la esfera de este Cartier Rotonde es sumamente elegante, con los ya típicos número romanos que la bordean, pero que en este caso concreto no se utilizan como índices horarios. Ello se debe a que las agujas, mejor dicho los discos que las contienen, giran en una sub-esfera de dimensiones considerables. Dicha sub-esfera está ubicada a la derecha, no solo por motivos estéticos sino por obligación técnica. Como hemos visto antes, la conexión entre los discos y el mecanismo visible se efectúa de forma lateral. Por tanto y necesariamente, el eje sobre el cual ruedan dichos discos no puede estar centrado. En el perímetro de la apertura que nos permite ver las agujas, Cartier ha implantado un índice que nos permite leer con toda precisión tanto las horas como los minutos.

La caja es la típica de los relojes de la colección Rotonde, completamente redonda  y con unas asas en cuyos laterales destacan los grandes tornillos que sirven para fijar el pasador que las une a la correa. El diámetro es de 42 milímetros, un tamaño considerable para un reloj de corte elegante, pero plenamente justificado, tanto por la complejidad del mecanismo, como por la necesidad de que la apertura «mágica» sea lo suficientemente grande como para permitir una lectura fácil del tiempo.

El Rotonde Mystérieuse se ofrece en version con caja de oro rosa y en oro blanco. Como Cartier no menciona nada en este sentido, su producción no está limitada en número y por tanto pasa a formar parte de su catálogo estable.

Si queremos salirnos de lo habitual en una pieza de Alta Relojería, pero detestamos caer en extravagancias, este Rotonde Mystérieuse es una elección perfecta. Es más que factible que en el resto de nuestros días no coincidamos con nadie que porte un reloj con la misma complicación. Además, como parte de su ADN, Cartier ha sabido integrar esta originalidad mecánica y artística en un conjunto final que transmite una estética de absoluta elegancia. Un reloj perfecto para los amantes del arte, de la mecánica relojera y de la originalidad, tres conceptos que se aúnan como nunca en este Rotonde de Cartier Mystérieuse.


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Décadas de pasión heredada por la relojería. 17 años transmitiendo esta pasión por internet. Primero fue MundoPanerai, luego Cronomundi, ahora Watch-Test. Unos proyectos que nacieron bajo una idea muy clara que se mantiene en el tiempo: el lector busca opinión de calidad y fiable. Con toda la subjetividad que conlleva, opinión y crítica razonada es lo que pienso seguir ofreciendo.

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