Un año más en Baselworld, y Tudor sigue siendo una de las firmas cuyas novedades más me siguen gustado, tanto a nivel estético y mecánico como por por su excelente relación calidad/precio. Secundado por el precioso Black Bay Fifty Eight (ver aquí artículo a fondo), el reloj que más revuelo ha causado ha sido el Black Bay GMT, no por sumar esta viajera complicación a la colección, sino por el hecho de recurrir a un anillo GMT de icónico y significativo diseño: el bisel pepsi de color rojo y azul utilizado por primera vez en el GMT-Master original de 1955, fabricado por Rolex en colaboración con los pilotos de la aerolínea Pan Am.
En una acción de marqueting planeada a la perfección, el hermano mayor y menor (léase Rolex y Tudor) han lanzado el mismo año un modelo con las mismas características, creando así un revuelo mediático y un intenso debate entre los aficionados y seguidores que no ha hecho sino multiplicar su impacto publicitario. Si el Rolex GMT-Master II en acero y bisel pepsi era un reloj ampliamente reclamado por la inmensa mayoría de los seguidores de la marca (ver aquí artículo a fondo), el Tudor Black Bay GMT se ofrece como una opción más económica con sus mismas características generales.
Centrándonos en el Tudor Black Bay GMT… ¿qué mejor diseño puede tener un GMT nacido bajo el paraguas de Rolex que lucir el histórico bisel pepsi ideado por la misma firma hace más de sesenta años?. El reloj es atractivo, mantiene intactos los códigos estéticos de los Black Bay, y la marca necesitaba un modelo impactante en el debut de su GMT. Entonces ¿por qué tanta controversia?.
Realmente depende de cómo entendamos que debe ser la influencia de una empresa matriz sobre otra subsidiaria que, además, ha invertido los últimos cinco años creándose una imagen propia para distanciarse del hercúleo abrazo de Rolex. Algunos pueden pensar que este camino se ha roto con el Black Bay GMT, mientras que otros optan por aplaudir esta decisión de aprovechar el rebufo de Rolex para subir la cuota de popularidad y reconocimiento de la marca. Personalmente me decanto por esta segunda, sobretodo porque su diseño, construcción, mecánica y precio me parecen excelentes, además de que Tudor tiene toda la autoridad del mundo para recurrir a un diseño propio que, por otra parte, ha sido reproducido en multitud de relojes de la competencia.
El Tudor Black Bay GMT utiliza la caja habitual de la colección, hermética hasta 200 metros: con un diámetro de 41 mm, los diseñadores de Tudor han conseguido mantener el grosor de 14,60 mm a pesar de haber añadido la funcion GMT (¡bien por ellos!). Como vemos, su tamaño repercute en su buena ergonomía y comodidad, asentándose perfectamente en la muñeca. La caja se remata con largas asas y la gran corona heredada de los orígenes subacuáticos de los Black Bay.
El protagonista evidente del reloj es el bisel bidireccional GMT de aluminio pintado en dos colores, rojo para las horas diurnas y azul para las nocturnas. Esta construcción tradicional es muy diferente a la moderna cerámica bicolor que exhibe el Rolex GMT, cuyo brillo intenso contrasta con los colores azul y rojo del Tudor, más grisáceo y apagado respectivamente, que nos remiten a un estilo más vintage, una idea a la que sin duda ayuda la tipografía utilizada para los numerales pares de las 24 horas.
La esfera utiliza una versión reducida y ligeramente más pequeña de los índices circulares del Black Bay, complementados por el triángulo invertido a las 12 horas y los índices rectangulares a las 6 y 9 horas, y la ventana de fecha a las 3. Esta «reducción» de tamaño afecta también, congruentemente, a las manecillas snowflakes, la principal seña de identidad de Tudor. Este diseño también afecta a la aguja GMT de color rojo, cuya longitud sobrepasa la minutera perimetral para indicar la hora del segundo huso horario leída sobre el bisel. Al ver las primeras imágenes pensé que era demasiado larga en comparación con la manecilla de segundos que utilizaba la misma punta cuadrada, pero en directo no he tenido esa sensación.
En su interior late el nuevo movimiento manufactura de Tudor, el calibre MT5652. Este mecanismo integrado de remonte automático mantiene las virtudes de los calibres fabricados por Tudor. A pesar de añadirle la función GMT y de fecha, el movimiento mantiene una enorme reserva de energía de 70 horas. Además, la espiral de silicio le confiere las ventajas de su propiedad amagnética. Este calibre cuenta con la certificación oficial del COSC (Control Oficial Suizo de Cronómetros).
El Tudor Black Bay GMT se acompaña de un brazalete de acero con remaches, con acabado pulido y satinado, o correa de cuero marrón «Terra di Siena» con cierre desplegable y cierre de seguridad. Ambas se entregan con una correa adicional de tejido negro con una banda burdeos y cierre de hebilla. Evidentemente, el brazalete resulta mucho más elegante y polivalente, aunque por contra la correa de cuero le aporta una estética vintage tremendamente atractiva.
Dicho brazalete también es motivo de debate, ya que sus remaches inspirados en los armis de los años 50 y 60 no son del agrado general. Yo pienso igual, y hubiera preferido que Tudor hubiera optado por la arquitectura clásica sin los remaches sobresaliendo, aunque también cabe decir que es un detalle menor que no empaña en absoluto mi valoración.
Atractivo, cómodo, muy polivalente, apto para ser vestido de etiqueta, en nuestro dia a dia o en aquellas ocasiones en que nos decantemos por un look más deportivo. A ello hemos de sumarle un calibre manufactura automático integrado con 70 horas de reserva de marcha, espiral de silicio y certificado COSC. Sin duda, el Tudor Black Bay GMT es una excelente apuesta como reloj único y con un precio muy competitivo: 3.680 € con brazalete y 3.390 € con correa de cuero.
Más información: www.tudorwatch.com