Toledo 1951 es el nombre que Vacheron Constantin da a esta moderna reedición de un reloj icono de los años 50, concretamente de 1951. Este modelo pasa a formar parte de la colección Historiques, donde convivirá con otras ediciones emblemáticas como el American 1921 o el Chronomètre Royal 1907.
Los relojes con geometría redonda han sido y son mayoría en el mundo de la relojería. Los relojes «de forma», que es como se denomina a todos aquellos que no son redondos, también han dado paso a leyendas como el Tank de Cartier, el reverso de Jaeger-LeCoultre o los Gondolo y Malte de Patek Philippe y Vacheron Constantin respectivamente. Pero la geometría de todos ellos, por lo menos en su base, es rectangular, con el eje de las 6-12 horas de mayor longitud que el de las 3-9.
Los relojes «de forma» cuadrados son los menos habituales en la Alta Relojería, pero hay algunos, como es el caso del Toledo de Vacheron, que a lo largo del tiempo se han convertido en iconos de la marca.
El primer Toledo vio la luz en 1951 y tuvo un gran éxito, especialmente en Italia donde le dieron el sobrenombre de «cioccolatone». A lo largo del tiempo, este Toledo original ha sufrido algunas pequeñas variaciones en su esfera, como puede ser la utilización de números romanos en los índices horarios de las 12, 3 y 9, o la adición de un fechador ubicado a las 6 horas.
Años más tarde, en el 2003, se lanzó un nuevo Toledo, conservando su geometría original pero añadiéndole complejidad mecánica con la función de calendario completo, con el día del mes y la semana indicados por ventanilla y de la fecha por aguja. Además, a las 6 horas se ubicaba la indicación de fases lunares y el pequeño segundero.
Ahora, Vacheron ha decidido, con total legitimidad, recuperar el Toledo incluyéndolo en su colección Historiques, una gama del catálogo que en los últimos años ha ido incorporando los relojes más característicos e icónicos de su longeva historia. En esta ocasión Vacheron Constantin ha decidido despojar a este nuevo Toledo de cualquier complicación, con la intención de asemejarse lo más posible al modelo original de 1951.
Obviamente, la estética de la caja conserva su geometría cuadrada y los distintos niveles de su carrura, ya que ambas características forman parte innegociable del ADN original de este reloj. Incluso las dimensiones son prácticamente las mismas que la edición del 2003, aunque si somos puntillosos hay que mencionar que el nuevo Toledo las reduce en aproximadamente 1 milímetro por lado, algo curioso teniendo en cuenta la tendencia generalizada a incrementar el tamaño de los relojes. Su grosor, de tan solo 8,9 milímetros, es remarcable para un reloj de carga automática. Tanto el bisel como el cristal de zafiro son marcadamente convexos, lo que incrementa aun más la personalidad de este reloj, pero también la dificultad de elaboración y de encaje de estos elementos.
Los cambios más notable los encontramos en la esfera, especialmente si la comparamos con la del Toledo del 2003, ya que lógicamente carece de la sindicaciones de calendario y fase lunar.
Pero si comparamos la esfera de este nuevo Toledo con la del modelo original de 1951, veremos que aunque comparte la sindicaciones de horas, minutos y segundos por aguja central, difiere en un rasgo importante como son los índices. En el modelo original se utilizaron unos aplique piramidales que le conferían una gran originalidad. En el modelo que ahora nos presenta Vacheron se recurre a una solución más convencional, pero no menos elegante, como son los finos índices en forma de bastón, a semejanza de los que encontramos en las esferas de los Patrimony Contemporaine. La principal diferencia consiste en la utilización de números árabes para los índices horarios de las 12 y las 6.
Otra diferencia es que aunque se conserva el cuadrado interno, que este utilizaba como índice de los segundos, ahora es meramente decorativo, mediante una exquisita decoración guilloché, y para dichos índices se recurre al perímetro más externo de la esfera y nuevamente se utilizan los mismos apliques de forma e micro-bolas que utilizan los relojes de la colección Patrimony Contemporaine.
Como resumen estético, se puede afirmar que este nuevo Toledo conserva escrupulosamente los principales rasgos del modelo original de 1951, pero aplicando pequeños detalles diferenciales, especialmente en su esfera. No puedo afirmar que una u otra versión sean más elegante o equilibrada, es una mera cuestión de gustos personales.
Este nuevo «Historiques Toledo 1951» es una magnífica adición a esta colección conmemorativa. Además nos aporta un toque diferencial con su poco habitual geometría cuadrada. Solo tengo un reproche que hacerle y no es banal ya que se trata del movimiento que equipa: el calibre automático 2460 SC, que encontramos en diversos relojes del actual catálogo de Vacheron. Que nadie se asuste ya que este calibre es irreprochable, tanto desde el punto de vista técnico como de acabados, pero…. es redondo!… y ello, desde el estricto punto de vista de la más Alta relojería, es incompatible con un reloj «de forma». Los cánones dictan que la forma del movimiento debe ser la misma que la de la caja que lo resguarda, en este caso cuadrada.
Probablemente por ello el fondo de este nuevo Vacheron Constantin Toledo no es «visto» sino opaco, para que a ojos de los más puristas la transgresión no sea visible. Desde el punto de vista práctico y especialmente financiero, la decisión de Vacheron es lógica ya que desarrollar un nuevo calibre tiene un coste gigantesco. Si a ello le sumamos que este es el único reloj cuadrado de Vacheron y que además se producirá en muy pequeñas cantidades, la amortización de la inversión sería imposible. Ello se traduciría en unas pérdidas inaceptables e irracionales o bien convertiría este Toledo en invendible si se decidiese aplicar proporcionalmente a su precio los costes de desarrollo. Todo absolutamente coherente, pero estamos hablando de un Vacheron Constantin…